miércoles, 10 de junio de 2009
6. El modo de vida occidental
Toda esta historia de larga duración, que hemos insinuado en sus hitos más relevantes, se condensa en un modo de vida que es fruto directo del reduccionismo monoteísta y que se ha convenido en llamar “el modo de producción capitalista”. El capitalismo es el cumplimiento del mandato del Génesis: “Dominad la tierra”. Combina tres variables que Occidente ha ido destilando a lo largo de su historia: ciencia, tecnología e industria. Ello ha generado un enriquecimiento material sin precedentes para sus habitantes. Ahora bien, el modo capitalista (inaugurado por los conquistadores españoles: empresas privadas que corrían riesgos para enriquecerse), debido al “Descubrimiento” del almirante sefardí y al mercantilismo marrano, ha ido rebasando las fronteras de Europa occidental, tejiendo la primera globalización, siglo XV, y produciendo, a finales del siglo XX, una así llamada “Clase Media Global” que encarna y representa este modo de vida. Esta clase media, en Europa y América del Norte, representa, en sus picos más altos, el 80 % de la población. A nivel global, el Banco Mundial la estima en 430 millones y, para el 2030, en 1,150 millones de habitantes. Este así también llamado “segmento premium” tiene unos ingresos entre 6,000 y 30,000 dólares por año. Es a ella a la que me voy a referir, por su representatividad: masa crítica. No al estilo de vida, ni de los muy ricos ni de los muy pobres. En La Paz, por ejemplo, me referiría a los ciudadanos que viven en Sopocachi, Miraflores y la Zona Sur; no a los de la Rinconada y las villas de ladera.
Voy a esbozar este modelo. Por tanto, voy a simplificar y reducir para, a través de ello, intentar hacerla visible. Este modelo se basa en tres pilares: ciencia, tecnología e industria, que han creado un sistema que produce riqueza, entendida ésta por la cantidad de bienes y servicios consumidos. Por tanto, el grado de felicidad o la calidad de vida, para este modelo, se mide por el número de objetos que se posee; es decir, por el consumo.
Imaginemos una gran fábrica dotada de máquinas y cadenas de producción en la que se producen objetos gracias al trabajo de muchas personas, que representan al total de la población económicamente activa de Occidente. Los destinatarios de los objetos fabricados son los propios obreros y empleados que los compran con el salario de su trabajo. El Empresario se queda con unos cuantos objetos (excedente o beneficios) los cuales, en parte, se queda él y, otros, convertidos en dinero, le permiten ampliar la dimensión de su factoría. Hay que crecer y expandirse “hasta los confines del mundo”. El Empresario está obligado a pagar a los obreros y empleados lo suficiente como para que entre todos puedan adquirir la totalidad de los objetos fabricados pues, caso contrario, el sistema se interrumpiría.
En una sociedad libre, al obrero o empleado no se le puede forzar, físicamente, a emplear su dinero en comprar los objetos que el mismo fabrica. Un ahorro excesivo, empero, pondría al sistema en peligro. Para evitarlo y forzar la compra, el Empresario utiliza la coacción psicológica: el marketing, que persuade, sin violencia física, a que este nuevo ser: el Consumidor, siga comprando objetos en la cuantía prevista por él. El Estado juega un papel importante y parte del dinero va a parar a la Administración, a través de los impuestos, con lo que los Funcionarios, a cambio de algunos servicios prestados a los Consumidores, emplean el dinero que reciben en comprar también los objetos fabricados. El régimen político liberal fomenta la iniciativa personal que se manifiesta en una continua aparición de nuevos empresarios industriales o comerciales que renuevan el mercado y fuerzan a los tecnólogos al diseño de objetos más sofisticados que proporcionan una gran cantidad y variedad de oferta, creándose así una cultura de emulación y competencia que es el dínamo de un sistema, fincado en grandes inversiones en ciencia y tecnología.
Este modelo de producción de riqueza indefinida, al interior de Occidente, no ha sido contestado por nadie, es decir, ni por liberales, ni por socialistas. Estos últimos han contribuido, más bien, al perfeccionamiento del sistema introduciendo el concepto de “Justa redistribución de la riqueza”, a través de los sindicatos y la socialdemocracia.
La psicología muestra algunos resultados de este modo de vida: la mayoría de las personas, en Occidente, parece motivada sobre todo por la adquisición de bienes y servicios, al punto que todas sus actitudes están relacionados con el consumo de estos productos. La psiquiatría, por su parte, precisa que grupos importantes de personas se muestran motivados solamente por la adquisición de objetos y en menor medida por el disfrute de los mismos. Es decir, el tener se convierte en un valor por sí mismo. Pareciera que el hombre occidental se comportara como si hubiese identificado “felicidad” con “riqueza”; que sus motivaciones son fundamentalmente económicas y, es más, que satisface otras necesidades a través, empero, de la riqueza. El reduccionismo científico se traduce en un reduccionismo axiológico.
Así, pues, el logro de la riqueza ha configurado la vida cotidiana del hombre occidental de modo tal que el tiempo humano disponible se emplea en servir al sistema. Los tiempos fundamentales son: tiempo de trabajo, tiempo de desplazamiento, tiempo de compra, tiempo para disfrutar los objetos adquiridos, tiempo para reparar y mantener el uso de los objetos adquiridos y tiempo de vacaciones.
Una consecuencia del éxito del sistema es la veneración de la Ciencia, que implica, por supuesto, una secularización de la vida que, por cierto, estaba ya, in nuce, en el mandato del Génesis, como mostrara Ernst Bloch en Atheismus im Christentum, debido a la separación: a la diástasis Sujeto / Objeto, Creador / criatura…. La felicidad lograda, jamás soñada, se debe a la Ciencia, a la Tecnología, a la Industria y al comercio.
Por tanto, la vida cotidiana de esta Clase Media Global tiene dos características que provienen del modelo científico: la Racionalidad y la División del trabajo.
La Racionalidad de la gestión es un principio intocable de la filosofía empresarial. Ninguna organización puede ser eficaz si funciona intuitivamente, instintivamente, familiarmente y, sobre todo, si mezcla los sentimientos, afectos, con la racionalidad. (Piénsese en YPFB). Los sentimientos, las emociones conducen a perder de vista el objetivo económico. Estos hechos configuran un perfil humano compuesto por los siguientes rasgos: es serio, eficaz, sin sentimientos aparentes, inteligente, racional, pragmático, positivo, cortés; sólo cree en lo que se puede comprobar empíricamente. Cree que el objetivo de la vida es crear riqueza; su ética se reduce a propiciar una justa redistribución de la misma e igualdad de oportunidades, para que todos puedan comprar. Este “Tipo Ideal” es, obviamente, premiado por el sistema. A él se le adjudica los más altos puestos. De este modo, este ideal económico se convierte en el ideal de vida de toda la civilización.
La segunda exigencia del sistema es la División del trabajo. Este principio enunciado por el sefardí David Ricardo, en siglo XVIII, se ha convertido en la base del sistema. Si una persona se especializa en la realización de un trabajo determinado, es más eficaz que si está cambiando de actividades continuamente o le interesan muchas cosas o dimensiones de la vida, como a los artistas, intelectuales ...
Aproximemos, empero, el lente a los Objetos que produce este sistema, para ver si nos da más información sobre el modelo en su conjunto.
He aquí que el sistema económico occidental ha generado productos que mayoritariamente tienen un carácter sustitutivo y cuya ventaja diferencial consiste en ahorrar, disminuir o eliminar el esfuerzo físico, primero y, luego, también el esfuerzo psíquico. Ello implica que, la felicidad, es decir la riqueza, es decir, la tenencia de objetos, es inversamente proporcional al esfuerzo que el hombre tenga que emplear para satisfacer sus necesidades físicas y psíquicas. Dicho de otro modo, la felicidad es inversamente proporcional al tiempo que el hombre tenga que emplear en cualquier acción que quiera realizar. No es lo mismo ir al pozo que abrir la canilla. La mayoría de las personas denominan a este logro con las palabras “comodidad”, “bienestar” y “calidad de vida”. Por tanto, toda persona que tiene gran cantidad de productos de alto valor, cree que vive con todas las comodidades o que disfruta de mucho bienestar o tiene una calidad de vida muy alta. Los que no tienen objetos son unos infelices y desgraciados. Este es el núcleo de la autoestima de este segmento Premium.
Demos otra vuelta de tornillo. El responsable de esta disminución de esfuerzo humano es el Motor, al comienzo como máquina de vapor, luego como motor a explosión o a diesel, después motores eléctricos. ¿Cuál es su gracia? Genera movimiento repetitivo y constante y, acoplados a cualquier otro artilugio, terminan ahorrando o, incluso, eliminando esfuerzo físico y psíquico, primero de los trabajadores, después de las amas de casa. Veamos el caso de los electrodomésticos: lavadora, lavavajillas, secadora, cocina eléctrica o a gas, agua corriente, agua caliente, moledoras de café, trituradoras, licuadoras, peladoras, ollas a presión, aspiradora de polvo, luz eléctrica, recubrimientos cerámicos que facilitan la limpieza, calefacción, aire acondicionado. Veamos la industria de la alimentación: insumos semi elaborados, conservas: precocidas, congeladas. La nevera, la congeladora; el supermercado. Todo en función de ahorrar tiempo y esfuerzo. La calidad de los mismos no interesa tanto. Veamos el mundo del textil: nylon y fibras sintéticas, evitar el planchado, ropa desechable, prêt-à-porter. La ropa se vuelve efímera, de temporada. La industria del bebé: pañales absorbentes, desechables, biberones, comida lista: sólo calentar en agua maría; cochecitos, corralitos. Qué duda que han liberado a la madre y al padre. La industria del juguete: no es lo mismo jugar chorro morro que, ante una pantalla, apretar comandos: videojuegos. La industria farmacéutica, otro tanto. La arquitectura y la industria del mueble. No hablemos ya del automóvil y el avión. La industria de la televisión merecería capítulo parte, porque permite sustituir la mayoría de los espectáculos: conciertos, deportes, teatro, cine, cultura, fiesta, radio, periódicos: información y entretenimiento. Es más, ha creado un nuevo tipo de realidad: la mediática. En fin, el catálogo de lo que se puede comprar de este estilo de vida, para ser feliz, está a la vista en cualquier Supermarket… qué digo: Schopping centre… ¡qué digo!: Global online Shopping mall. ¿Para qué, por ventura, Dios o dioses en tiempos ahítos?
Haciendo un resumen de la naturaleza de los productos y servicios que el sistema económico de libre empresa ha creado y distribuido y cuya posesión constituye la riqueza de Occidente, podemos decir que, salvo el cinematógrafo, la fotografía, en alguna media el avión, el pararrayos, el seguro de accidentes, el compresor de frío, la guardería y algunos productos farmacéuticos, la inmensa mayoría son productos sustitutivos, cuya funcionalidad es la misma y cuya ventaja diferencial es siempre idéntica: ahorrar esfuerzo físico y psíquico y, sobre todo, tiempo. ¿Tiempo para qué? ¿Para cultivar lo cualitativo? Lo cualitativo no estaba en proyecto científico de Galileo Galilei: sólo lo tangible y medible, como veíamos al referirnos al Paradigma newtoniano. La consecuencia de este modelo es la prisa y superficialidad de la vida.
La psiquiatría nos reporta que, lo que ha traído consigo este estilo de vida, es un incremento exponencial de las enfermedades mentales: sólo poner el énfasis en la polaridad abstracta (que no consideran, por cierto, los Índices de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas). En concreto: crecimiento notable del número de suicidios, especialmente en la juventud; aumento extraordinario de las enfermedades y padecimientos psíquicos y nerviosos; aparición de tasas de crecimiento demográfico negativas; tasas de subnormalidad crecientes; tasas imparables de drogadicción y alcoholismo; tasas muy altas de paro laboral, comparadas con las del siglo XX; tasas alarmantes de fracaso escolar a pesar de la mejora en la tecnología aplicada a la educación; decrecimiento, entre los jóvenes, de vocaciones claras hacia actividades laborales y profesionales específicas; tasas espectaculares de incremento de hogares unipersonales; crecimiento de familias homosexuales; aumento de comportamientos agresivos y violentos (campos de fútbol, manifestaciones, xenofobia gratuita…) en personas normales y por motivos triviales.
He aquí, pues, el retrato robot de una civilización basada, por un lado, en el Uno: masculino, producido por la desmatriarcalización filosófica del mundo animista mediterráneo, y, por el otro lado, basada también en el otro Uno, patriarcal, creado por la patriarcalización teológica del mundo animista semita. Ambos dan a luz una civilización unidimensional que termina privilegiando la sola polaridad de la Economía (forma secularizada de la Teología patriarcal) que segrega al “equivalente general de sentido”: el Dinero: Karl Marx (forma secularizada de los antiguos dogmas fundamentalistas) que equivale, exactamente, al otro Equivalente General de Sentido: YHWH.
Desearía visualizar lo dicho en un cuadro que grafique la Paridad ontológica, pero vista, ora por el Monismo: sólo existe la columna de la izquierda, masculina, patriarcal: Occidente; la otra columna, algún día, dejará de ser tal gracias a la evangelización, la alfabetización y la ayuda al desarrollo. Ora por el Dualismo: la otra columna existe, pero es el mal: hay que combatirla a través de la extirpación de idolatrías y el colonialismo.
Occidente
Oriente
Indianidad
Individualismo (Sociedad) Comunalismo (Gemeinschaft, ayllu)
Culturalismo Naturalismo
Fijación en el Padre: la Ley Fijación en la Madre Naturaleza
Fijación al Estado racional individualista Fijación a Tierra-familia-clan
Racionalismo (lo utilitario hoy) No racionalismo (magia, mito, utopía)
Globalización abstracta Localidad concreta
Abstraccionismo-conceptual Elementarismo-semiótico
Secularización Religiosidad
Autoridad paternalizada e interiorizada Conflicto de Autoridad
Lo urbano progresivo Lo agrario retroprogresivo
Lo conceptual delimitado: definido Lo sensible general-ilimitado
Forma-Acto Materia-Potencia
La libertad El destino
Vivir independiente Vivir en familia
Derecho civil
Derecho natural
Derecho positivo Usos y costumbres
El ser (lineal) El devenir (cíclico)
El nombre (congelado) El verbo (dinámico)
El tiempo, el Padre, lo claro El espacio, la Madre, lo oscuro
Desconfianza en el Padre Confianza en la Madre Tierra
Principio masculino: parcialización del sentido El principio femenino de la vida: totalización de sentido
La esencia abstracta La existencia concreta
Lo anal: ahorro: acumulación Lo oral: disipación de energías
Represión de la homosexualidad Polimorfismo sexual
La mujer como “ayuda” del hombre La mujer poderosa
Heroismo patriarcal (el héroe salva a la mujer) Igualdad de sexo (el hombre salvado por la mujer)
Antropomorfismo
Cosmomorfismo
Se prioriza lo visual abstracto Todos los sentidos perciben
Nomadismo: descubrimientos, conquista, colonización, ayuda al desarrollo Sedentarismo
Liturgia basada en la palabra Ritualidad basada en los sentidos
Etica individual Moral cósmica
Compartimentos estancos disociadores Estructura social ligadora
Valores existenciales Valores transpersonales
Sentimiento de soledad, desvinculación Sentimiento de pertenencia grupal
Homo faber Homo mayeuticus
Separación Continuo
Unidad Paridad
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2 comentarios:
Excelente!
pus vien we bien we
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