jueves, 20 de enero de 2011

Suma qamaña, vivir bien y de vita beata. Una cartografía boliviana

Por: Javier Medina

En los años Noventa se inicia una conversación acerca de por qué los proyectos de desarrollo, financiados por la cooperación internacional, no funcionan en Bolivia. Estos proyectos empiezan en los Setenta y expresan el proceso de secularización que atravesaban las órdenes misioneras y que vehiculizan a través de la forma ONG. Resulta que el concepto de Desarrollo no tiene traducción a las lenguas amerindias. Ello permite saltar la discusión culturalista, de otros lares al filo del milenio, y encarar el tema desde el supuesto que la Indianidad pertenece a una civilización no occidental. La pregunta, por tanto, es: ¿cual es el equivalente homeomórfico a Desarrollo en el sistema amerindio? La respuesta, en aymara, es Suma Qamaña que implica todo un tratado post racionalista.de filosofía y mística ecológica: deep ecology. Lo más parecido a la conceptualización amerindia, en Occidente, es la física cuántica. Gran problema: los desarrollistas no lo conocen y a los misioneros secularizados les huele a animismo. Esa indagación revela que la Extirpación de Idolatrías del siglo XVI proseguía impertérrita, camuflada, empero, en nuevos eslóganes. Las grandes ONG tratan de minimizar el cuestionamiento haciendo el silencio alrededor. Buscan nuevas etiquetas para encubrir lo mismo: su milenaria lucha contra el paganismo.

En 1994 se inicia el proceso de descentralización municipal: la transferencia de poder económico y político más grande jamás llevado a cabo en el país. El corazón operativo de dicha estrategia está compuesto por la Planificación Participativa que debía consistir en un diálogo de saberes entre técnicos occidentales y comunarios amerindios. Ello falla (salvo los proyectos piloto ensayados por la Subsecretaria de Desarrollo Rural) porque la universidad boliviana, a través de sus egresados, no estaba preparada para encarar ese diálogo decisivo y se imponen, por inercia, las metodologías tecnocráticas del Fondo de Inversión Social que fueron aggiornadas, justamente, en esos talleres piloto. Aprendizaje: toda política pública requiere, además de financiamiento, un cuerpo de técnicos coherente con la intentio legislatoris. Huelga decir que los otros pasos: diseño comunitario del Plan de Desarrollo Municipal, el Presupuesto Participativo y el Control Social, siguieron las inercias desarrollistas; es decir, no se introdujo la economía de reciprocidad en los presupuestos, ni la ley del Ayni. Ese aprendizaje mínimo no lo tuvo presente el MAS cuando hace del Vivir Bien una política estratégica de valencia constitucional.

El año 2000, en el marco de las políticas globales de Alivio a la Pobreza, se lleva a cabo el Diálogo Nacional 2000, donde se enfatiza los elementos cualitativos y, por tanto, culturales de la lucha contra la pobreza. La Cooperación alemana, GTZ, organiza un Componente de su programa de cooperación y lo bautiza como Suma Qamaña, para indicar, justamente, su orientación. Entonces, en colaboración con la FAM: la Federación de Asociaciones Municipales, se produce una gran cantidad de material bibliográfico sobre el Suma Qamaña, Ñande Reko, Suma Kawsay, la Vida Buena municipal, que llega hasta los últimos rincones del país. Se logró posicionar el concepto como diferente del de Desarrollo. Esta campaña prosigue durante la Asamblea Constituyente y el concepto logra entrar en el nuevo texto constitucional. Gran avance, pero sólo formal.

Después de 6 años de gestión gubernamental y de constituir: el Vivir Bien, la estrategia del Plan Nacional de Desarrollo (en el título del PDN ya se da la incoherencia), el MAS no puede presentar un solo proyecto iniciado de implementación del Vivir Bien. En este momento el Gobierno guarda un vergonzoso silencio al respecto y desde los media ha abierto un debate que enfrenta a “pachamámicos y extractivistas”. Se supone que los primeros son los indígenas de la Cancillería y los otros los izquierdistas de la Vicepresidencia, con sus respectivas redes de influencia. En esas estamos, ahora.

Desovillemos qué se esconde tras los epítetos de pachamámicos y extractivistas.

De lado pachamámico, en su vertiente comunal, he sido testigo de la siguiente paradoja. Los comunarios amerindios, si se les pide decidir entre Desarrollo y Vivir Bien, demandan Desarrollo, para sorpresa del preguntón. Dan por sentado que ya tienen Suma Qamaña: algo intangible que, de todos modos, no puede percibir un occidental, educado por la objetividad y mensurabildad de un universo cósico. Sigue, pues, intacto el diálogo de sordos: el quid pro quo colombino. De lado de los ideólogos del pachamamismo, se nota los costos de una traducción simple para occidentales: ”Vivir bien, no mejor”. La traducción castellana pierde las connotaciones sistémicas y cosmobiológicas de los idiomas amerindios: se antropocentriza, por así decirlo y, en vista de ello, recurre al lenguaje de la New Age para hacerse entender; con lo que deviene en algo parecido a un manual de autoayuda americano. Se nota, además, que son aymaras cristianos. La natura naturans les sabe nomás a idolatría, así como la idea de la Paridad: pa-cha, les cuestiona el principio de identidad aristotélico, base de la dogmática cristiana. Hablar sólo de la Pachamama, es traducción cristiana. El Uno, aunque sea femenino, es lo típico del mono-teísmo. Un idólatra habla del Sol y la Luna, de Pacha Mama y Tata Inti. Dicho más exactamente: se refiere a las relaciones contradictorias y complementarias entre ambas polaridades. Lo amerindio es la relatio; lo occidental es la relata.

De lado extractivista se trata de la vieja y no resuelta relación de la izquierda latinoamericana y los pueblos indígenas. Se hubiera pensado que la izquierda boliviana hubiera aprendido la lección de los Sandinistas con los Misquitos. Pero no. Otra vez se ha dado una traducción mecánica: se ha remplazado “proletarios” por “indígenas” y todo lo demás: la comprensión leninista y gramsciana del partido y de los intelectuales, así como el prurito trotskista de superar industrialmente a los Estados Unidos: desarrollismo puro y duro, han quedado intactos. Claro, hay más conocimiento etnográfico, pero, epistemológicamente, no ha habido variación alguna, como demuestra Dominique Temple en su texto: Marxismo y Reciprocidad. Crítica de las tesis de Álvaro García Linera. De lado extractivista llama la atención la frivolidad conceptual con la que han lidiado con los pachamámicos: primero les hablan del “capitalismo andino-amazónico” (el ayni es nomás trueque), luego del “socialismo comunitario” (una granja colectiva es igual que el ayllu) pero cuando pasan del nivel del discurso al de la gestión son despiadadamente neoliberales: último gazolinazo. El instinto político de Morales les salvó de una rebelión indígena que hubiera pasado página. Se siguen preguntando “¿qué hacemos con los indios?” como los hacendados liberales del siglo pasado. Es conocido su mito de “el aymara de overall”.

De lado pachamámico gubernamental: Viceministerio de Descolonización (que tiene, a su vez, una Dirección Nacional de Despatriarcalización) se está dando un proceso no pensado: construir una religión neo-andina que institucionalice el Vivir Bien. Una religión, con rituales y sacerdocio, de cuño empero monoteísta; como una religión de Proclamación, cuando, hasta donde se, lo equivalente homeomórfico andino sería, para seguir con la terminología de Paul Ricoeur, una religión de Manifestación que, por diseño, no precisaría de liturgias y jerarquías sacerdotales. Claro, no sería la primera religión sincrética; el cristianismo lo es. El primer paso anunciado es un matrimonio colectivo, donde se nos mostrará la nueva liturgia y la nueva clerecía; a los recién casados, el Estado Plurinacional les entregará una “Casa productiva para Vivir Bien”, es decir, una vivienda social, más un taller, donde puedan emprender proyectos productivos que les financiará el Gobierno a través de un banco de segundo piso. Esta es la arista más concreta del Vivir Bien, de la segunda gestión de Evo Morales, luego del fracaso del Plan Nacional de Desarrollo de su primera gestión. Hay que añadir que sus diseñadores y ejecutores son aymaras y quechuas que se han formado y militado en la izquierda “insurgente”.

Más interesantes son otros desarrollos como el producido en bolivianos occidentales que se preguntan, en diálogo creativo con el Suma Qamaña, y ¿qué es el “vivir bien” para un occidental que vive en Bolivia? Conozco dos casos: uno de cuño alemán y otro sefardí. El suizo desentierra las raíces ecológicas del animismo germánico, cristianizado por Hildegard von Bingen y, en general, por la mística renana de la edad media, de obvias coincidencias con el animismo amerindio; se nutre, igualmente, de los debates contemporáneos entre sus paisanos alternativos: die Philosophie des Glüks. La comprensión sefardí de la vida buena, por su parte, prosigue la veta qohelética: en clave estoica: de vita beata, que florece en la poesía hispano hebrea de el-Andalus: la estética del huerto en primavera y en el Renacimiento: la huída del mundanal rüido: Fray Luís. Esta es la tradición secular, humanista. La relación con la naturaleza la proveen ciertas fiestas judías, que como las andinas, están ligadas al ciclo de las estaciones: Sucot, Bikkurim, Tu Bishvat que, bien visto, en conjunto, guardan un sano equilibrio entre historia y naturaleza. Es decir, si cada cual regresa a sus propias raíces culturales va a observar una coincidencia asombrosa, acerca de qué sea vivir bien: hacer fluir energía bosónica.

Pero hay otra lección más que provoca el fracaso boliviano de implementar políticas públicas del Vivir Bien. Para entender ello es preciso, empero, desmontar ciertos supuestos dados por obvios. En primer lugar que Bolivia, a pesar de todo, es nomás una sociedad que pertenece a la órbita occidental; antes se decía que pertenecía a la cristiandad americana. Eso no es cierto. La Bolivia indígena pertenece al Oriente (Tibet, China, Japón…). Eso significa, que por diseño, buscará la complementariedad de Yin y Yang. Ni acepta ni rechaza a Occidente o, dicho de otro modo, la acepta y rechaza al mismo tiempo. Esto es el principio antagonista cuántico en todo su esplendor. He aquí una fuente inagotable de malentendidos entre ambas civilizaciones. Sus software, en efecto, son antagónicos: uno basado en la identidad, la no contradicción y el tercero excluido; la otra basada en la polaridad antagónica, la complementariedad y el tercero incluido. Ambos modelos entrañan, pues, dos visiones asimismo antagónicas de lo que es la Buena Vida. Una reduce: antropocéntrica: Occidente; la otra abre: cosmogónica: Indianidad; una excluye lo intangible: sólo lo mensurable: masa; la otra incluye los universos paralelos: frecuencias de onda que nos rozan, por ejemplo, en los sueños o vislumbramos en el chamanismo: energía. Es obvio que una privilegia lo cuantitativo y la otra lo cualitativo. He aquí una diferencia básica.

En segundo lugar, los últimos quinientos años, nos demuestran que cuando Oriente y Occidente se encuentran, siempre termina imponiéndose Occidente (energía fermiónica) y subalternizando, en este caso, a la Indianidad (que busca el equilibrio y complementariedad de energía fermiónica y energía bosónica). Lo normal, en el modelo occidental, es lo cainita: el genocidio del otro. La no metabolización de la Paridad. Respecto de Occidente, la búsqueda estocástica de equilibrio y homeostasis amerindia es su mayor vulnerabilidad. Occidente es depredador por diseño: la Caída, no por natura, como enseña el mito bíblico del Paraíso y dogmatizan luego Hobbes y los fundadores anglosajones de las ciencias políticas. Para entender este incordio es preciso, empero, poner las cosas en perspectiva: al homo sapiens, como homo mayeuticus: que ayuda a parir a la madre tierra, se le calcula unos 170,000 años; todo ese tiempo ha vivido en un equilibrio animista con su entorno; los arquetipos descifrados por Jung así lo corroboran, desde un perspectiva psicoanalítica. El homo faber semita, producto del monoteísmo abrahámico, no tiene más de 5,000 años. Sin embargo, éstos han sido de una intensidad tal que han bastado los últimos 200 años, cuando se empieza a cumplir el objetivo estratégico: “Dominad la tierra”, para desestabilizar los ecosistemas terrestres. La intensidad occidental se debe a su unilateralidad; a su apuesta por la energía fermiónica (Enrico Fermi es el inventor de la bomba atómica, no por casualidad) y a sus políticas de represión de las energías bosónicas que Freud, en Malestar en la cultura, antropomórficamente, las traduce como libido, Trieb, es decir, energías sexuales: las energías de la conectividad. Para reducir esta diferencia civilizatoria a un par de conceptos: Occidente apuesta por la Separación: “Al comienzo era la Palabra”; la Indianidad por la Conectividad: “Al principio era el Ayni”. Pues bien, Suma Qamaña tiene que ver con Ayni: circulación de las energías, disipación (Prigogine). Progreso y Desarrollo tienen que ver con Palabra: verbum: logos: ratio: racionalización del flujo de las energías. Pues bien, el mito ilustrado del Progreso, el slogan rooseveltiano del Desarrollo, ¡vamos! el american way of life sólo puede florecer entre átomos monoteístas; no donde operan redes animistas transpersonales (Wilber) y constelaciones familiares transgeneracionales (Hellinger y Ancelin Schutzenberger). Este es el domino del Suma Qamaña.

Así, pues, cuando estos dos paradigmas antagónicos: Desarrollo y Suma Qamaña, se quieren implementar en un espacio político y administrativo, regido por la ratio occidental, como es la “forma Estado Nación”, las buenas intenciones tienen patas cortas. La unilateralidad del Desarrollo es frenada y relativizada sutilmente por el animismo (a esto también le llaman –ignorando su razón epistémica y observando sólo los efectos- “desarrollo del subdesarrollo”) y el Suma Qamaña (cuando se le quiere implementar, como en Bolivia) es traducido, automática e inconscientemente, a parámetros cósicos y cuantificables. De ahí el patético esfuerzo de los funcionarios bolivianos por encontrar “Indicadores” para medir su implementación en el PND. El desarrollo se puede medir; el Suma Qamaña, no. Así, pues, el “Para Vivir Bien, no mejor” choquewanquiano es sólo, lamentablemente, un flatus vocis. Retórica. Cuan cierto es eso de que no hay nada más práctico que una buena teoría. De ahí el éxito de la Participación Popular.

Así, pues, si Occidente y la Indianidad no pueden coexistir, respetándose mutuamente, en un mismo espacio, lo lógico y ya probado (por ejemplo, las misiones jesuíticas) es apostar por un modelo político que separe y articule, al mismo tiempo, ambas territorialidades; una librada para que florezca la Reciprocidad y sus sistemas jurídicos cosmocéntricos; la otra para el Intercambio y su sistema jurídico positivo. Esa forma, no la vamos a encontrar en la tradición occidental, marcada por la Politeia de Aristóteles, sino en la tradición andina que la elevó a potencia estatal en Tiwanaku y Cusco y, durante la Colonia y la República, la congeló en el Ayllu, compuesto de una mitad Urin, (+), y otra mitad antagónica llamada Aran, (-). Me refiero a la “forma Diarquía”, que no es otra cosa que la traducción política del funcionamiento de la unidad mínima de masa-energía, descubierta por la física cuántica: la teoría Onda-Partícula; la complementariedad Bosón-Fermión. De ahí su actualidad y pertinencia. No debemos olvidar que ya hemos dejado atrás el paradigma newtoniano, smithiano y hobbesiano que han regido la modernidad.

En sociedades cuya masa crítica, demográfica y culturalmente, es indígena; digamos los países andinos, vale la pena explorar un contexto político de esta naturaleza que permita el florecimiento de ambas, contradictorias como son, pero complementarias. No se trata de pendular, maniqueamente, al otro extremo: “No al Desarrollo y sí al Buen Vivir”. Sería lo mismo que antes, sólo que al revés. A juicio mío, la conceptualización de Naciones Unidas: desarrollo humano y desarrollo sostenible, ha avanzado hasta donde permite su paradigma antropocéntrico y mecanicista. Rebautizarlos con “Vivir Bien”, sería tautológico y estéril. El plus que añade el concepto amerindio es de naturaleza cuántica y/o mística. Lo diré con un ejemplo a la mano: el Suma Qamaña, como la luz, es el efecto cuántico del encuentro del polo positivo y el polo negativo; no es sólo polo +, ni polo -; es el efecto de su mutua complementariedad: “el efecto T”, de Lupasco: el Tercero Incluido. Ya no estamos, pues, bajo el paraguas del paradigma newtoniano. Estamos en el universo del Efecto Observador, de la No Objetividad; ambos, Desarrollo y Suma Qamaña coexisten contradictoriamente como el Gato de Schrödinger; su colapso depende de nosotros. En fin, para expresarlo con palabras de Hölderlin, ambos son precisos para poder “morar poéticamente sobre la tierra”.

jueves, 23 de diciembre de 2010

A la sombra del principio Ch'ulla. Una evaluación de fin de año

Por: Javier Medina

Mis supuestos

Como se sabe, he reformulado la dualidad contradictoria subatómica, Onda / Partícula, con los conceptos de Ch´ulla y Paridad para poder leer el colapso de la materia-energía a nivel de la complejidad humana. Pues bien, desde esta grilla hermenéutica voy a intentar hacer un balance provisional del Proceso de Cambio en curso.

Desde mi punto de vista, la civilización occidental se caracteriza, precisamente, por un colapso Partícula: energías saxra, fuertes, masculinas. En ello coinciden las raíces semitas y helenas que minimizan las energías antagonistas: la Magna Mater mediterránea y la diosa Asherah, sublimada como Shejinah. La Indianidad busca ecualizar ambas energías: la bosónica y la fermiónica.

Mi hipótesis, pues, es la siguiente: pasado el tiempo de las diosas madres, (Riane Eisler), acabando el interludio del Dios de Abraham, Isaac y Jacob (Blas Pascal), el tiempo del Padre, (Lacan), empezará un tiempo en que ambas polaridades antagónicas iniciarán un proceso de tipo conyugal: jaqichasiña. En esto, jaqichawi, la indianidad tiene el software más sofisticado. Un guiño de esa tendencia, en Occidente, es el bestseller de Dan Brown: The Da Vinci Code. Por un lado, los cristianos le están buscando mujer a su soltero de oro y, por el otro, la crisis terminal del celibato, azuzada por la pederastia clerical. Hasta aquí llegó el principio de no contradicción. Vivimos un tiempo liminal.

Las macro tendencias que acaban

La edad moderna, donde florece y frutea la apuesta monoteísta: el capitalismo, (el socialismo es también capitalismo, sólo que de Estado; no de Mercado) eligió el mito de la Revolución como la tecnología para producir el milagro de la reconstitutio in novo de las Vasijas rotas: otro tiempo, un hombre nuevo, como si no existiera la ley de la gravedad; secuela ésta de una falsa hipótesis: la dualidad cuerpo / alma; los seres humanos, empero, somos un continuo masa-energía, como ahora sabemos.

En la Revolución reverberan los atributos de la energía fermiónica: violencia, autoritarismo; lo súbito; las energías de la expansión, fragmentación, individuación; el rigor: lo masculino; la unilateralidad, la lógica de no contradicción: estás conmigo o contra mi; la ilusión de la hegemonía, un solo sentido común: la homogeneización noosférica: thánatos:; infundir temor como feedbak, la sangre como semilla; un jefe: führer, caudillo, timonel, líder: un solo macho de la manada, un solo camino, una sola verdad, un solo tipo de sociedad: todos iguales no sólo jurídicamente.

Ahora bien, lo antagónico: el anarquismo, no hizo masa crítica. El tercero incluido: el reformismo: la socialdemocracia, es la que trajo, en realidad, el bienestar soñado por su clase obrera. Kautsky, no Lenin; La Salle, no Trotsky. Lula, no Fidel. La Participación Popular, no la Revolución Democrático Cultural empoderaron económica y políticamente a la Indianidad. (La RDC convirtió, otra vez, a los indígenas en pongos; esta vez: políticos, y, económicamente, democratizó el acceso al circuito coca-cocaína).

El Reformismo intenta, políticamente, balancear las energías fermiónicas y bosónicas. Las energías bosónicas son las energías de la conjunción, la dulzura: lo femenino; lo procesual, poco a poco: paso a paso; la lógica antagonista de lo uno y lo otro, la complementariedad, el principio ganar/ganar; la pluralidad, lo heterogéneo, la libre expresión de sentimientos, pensamientos y emociones: eros; las redes descentralizadas, el compartir, la rotación, el turno: el camino del medio.

El holón Bolivia, como caso

En Bolivia, la sociedad menos occidental del hemisferio, se está rompiendo la hegemonía monoteísta occidental. No debiera ello, llamar la atención. Ello, empero, implica que algo sigue y algo cambia. En la cuenta corta, me interesa saber qué hace masa crítica; cómo se dosifican la continuidad o el cambio. Sobre ello me quiero detener

¿Cómo se dosifican, hoy, Occidente y la Indianidad?

Fenomenológicamente, lo que marca el cambio es la emergencia de la Indianidad. La puesta en escena de su ritualidad, vestidos, palabras, movilizaciones: su centralidad mediática. Da la impresión, empero, que esto es de momento superficial, anecdótico, folclórico: adjetivo. La nueva legalidad es anti-india y, ¡oh paradoja! con su anuencia. Jaqis votando lo ch´ulla. Buen ejercicio para aprender a pensar lo contradictorio.

Noumenológicamente da su último coletazo un rostro tercermundista, extemporáneo, de las energías fermiónicas del Occidente monoteísta: la revolución democrática y cultural. La revolución opera dentro del monoteísmo; ese es su Sitz im Lebem.

Ahora bien, cuando una sociedad es monoteísta y animista, ese concepto, si se pone en escena, es como farsa, en palabras de Marx.. Ya no tiene pertinencia, pues la sociedad no es homogénea culturalmente. El nuevo concepto, que incluye el de revolución pero lo relativiza y trasciende, es Pacha-kuti: el regreso: kuti, de las dos: pa, energías antagónicas: cha, como complementarias. Pero he aquí que ese regreso no es súbito. Se acerca descalzo y paradójicamente.

Primera constatación, por tanto: de facto, estamos en tiempo de “revolución”. Occidente sigue mandando, mediante sus comisarios rojos, y la Indianidad (bautizada de movimientos sociales) ha ocupado, en su imaginario, el lugar de la clase obrera: masa de maniobra y carne de cañón. Como en toda revolución, hay un cambio de clase dominante. Esto nadie puede negar. Luego, como en toda revolución, rodarán cabezas, pero ya sólo metafóricamente: legalmente. En la long durée occidental, esto es un gran avance, ciertamente. In fieri, se acerca, quedo, el tiempo del pachakuti. Ignoro todavía sus ritmos. Sólo se que, ahora, no tienen todavía el poder. Ello, empero, debiéramos considerarlo como normal y aceptarlo así, como lo hace la Indianidad taoísta. Tenemos que aprender a pensar, sin prisas, lo impensado.

¿Cuáles los ritmos y tendencias del proceso de cambio?

Podríamos atisbarlo en el fractal del MAS. En el IPSP / MAS se pueden distinguir hasta ahora tres fases: la fase embrional del Chapare donde lo andino es más fuerte que lo occidental (véase De la Revolución al Pachakuti, de Filemón Escobar); el interludio parlamentario, en el que lo andino y lo occidental empatan y, la tercera fase: la gubernamental, en la que lo occidental se impone y subordina lo andino. Como en el Tai Chi, este movimiento generará su simétricamente contrario.

Intuyo que el énfasis occidental durará hasta que implosione el Estado Plurinacional debido a que no podrá soportar las energías centrifugas (so pretexto de transparencia) y las energías centrípetas (so pretexto de legalidad positiva) que está poniendo en escena simultáneamente y que inciden directamente en la gestión pública. Esta sería la vía no anarquista de hacer desaparecer el Estado (:lo estático) y que abrirá el espacio teórico para pensar la Comunidad Política: el Jatun Ayllu, ora estáticamente, como Occidente, ora dinámicamente, como el Oriente.

Sospecho, dada la aceleración estocástica de los tiempos (los liberales tardaron 20 años en demostrar su capacidad; los socialistas tardarán 10 años) que el encuentro intercivilizatorio se dará hacia el 2015 (complementariedad de Occidente y la Indianidad) y, si seguimos el algoritmo estocástico, antes del bicentenario de la República podremos tener el gusto de ver dar sus frutos al principio Diarquía; con lo que volveríamos al Chapare, en otro bucle de complejidad, es decir, a la experiencia primigenia de los cocaleros andinos.

¿Cómo se está imponiendo lo occidental?

El modo sustantivo

Este modo no hace tanta bulla, pero es el más efectivo; la segunda modalidad, que llamaré adjetiva, hace más ruido, pero es más efímera. Pero, entre ambas maneras hay complicidad y sinergia. Comparten, en efecto, el mismo software de civilización: el monismo jurídico y un savoir faire ya probado: la extirpación de idolatrías.

La forma sustantiva es implementada por los abogados del MAS. Están imponiendo un modelo jurídico obsoleto, que no funciona y, en ello, han sabido neutralizar el sistema jurídico indígena, que sí funciona, colocándolo como florero y, ello, nada menos que con el voto indígena; lo que demuestra el neo-pongueaje masista. Los abogados del MAS han impuesto su visión tercermundista en la Asamblea Constituyente y lo están imponiendo, ahora, desde el Poder legislativo, con las nuevas leyes. Esta es una vía inédita de implosionar, desde dentro, la forma Estado. La Ley: el orden, como promotor del caos, entendido ora como chipazón ora como turbulencia producida por las nuevas leyes. Me fascina esta manera contradictoria de acabar con la forma Estado: lo estático, por la energía dinámica de la forma Ayllu que, inconscientemente, se filtra a través de los abogados indígenas del MAS.

El Estado Plurinacional está implementando, simultáneamente, dos movimientos que se repelen mutuamente: la Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz que ha encendido el ventilador: lo centrífugo; en poco tiempo, nadie, con dos dedos de frente, querrá ser funcionario público. Centrípetamente: las nuevas leyes congelan un modelo chipado, de tipo positivo, que inmovilizará en peor todo el aparato administrativo. He aquí la receta para implosionar algo sin que nadie se de cuenta.

El modo de empleo, es la extirpación quirúrgica de todo cuanto huela a idolatría en el totum revolutum de la Constitución. Para esta operación, liberales y socialistas: monoteístas se unen por ensalmo (: el trío de los Carlos, loado por el PNUD). La técnica es minimizar y volver inocuo el sistema jurídico indígena, a la par que se lo loa y sahuma. Véase la Ley de deslinde jurisdiccional. Es modélica al respecto. Este raleo sistemático de lo indígena, ya lo han sentido, empero, el CONAMAQ y la CIDOB pero he aquí que siguen presos, afectivamente, del Jiwasa, que les ha suscitado el jilata Evo, pero que los está llevando por la vía de la jiwaña.

La forma adjetiva

La forma adjetiva de occidentalizar el Proceso de Cambio consiste en encubrir discursivamente el Pachakuti con la retórica de la Revolución. Ahora bien, la última revolución en Occidente ha sido la Revolución cubana. Este “ya es otro tiempo”, como dicen los indígenas. Ya no estamos en la modernidad. After Castro, sólo puede haber inercia.

Pero he aquí que, en la cuenta corta, no hay que despreciar las fuerzas de la inercia, especialmente si no hay una contra-inercia; como en nuestro caso. La ley de la gravedad ya ha producido, en efecto, un cadáver: las Autonomías: creación artificial de las elites, internas y externas, para enfrentar y minimizar el huaico indígena. Entre tanto, los abogados del MAS la chiparon, lo que se pudo, para hacerla inocua. ¡Son mucha cosa nuestros tinterillos! Claro, como en otras ocasiones, habrá mamás-chimpancé que seguirán agarrando a su cría muerta, queriendo creer que sigue viva. El amor maternal es insondable.

He aquí que una revolución, por diseño, es centralista y vertical. No hay revolución plurinacional, autonómica y descentralizada. Ello es un anacolutum absoluto. Una revolución es la entronización de Phallus: del Uno. Por eso es que las autonomías son ya un aborto, por angas o por mangas.

En primer lugar, por carecer del así llamado Factor subjetivo: la elite emergente es claramente presidencialista, centralista, vertical y autoritaria; estas atribuciones van siempre en combo y son de diseño. El programa Bolivia avanza, Evo cumple ha anestesiado, eficiente y eficazmente, todo pujo descentralizador e institucionalista.

En segundo lugar, porque tampoco existe Factor objetivo: con la subida a la Presidencia de Evo Morales, la Indianidad da un viraje centralista y quiere ver en él la figura del Inca: del gran Donador: reciprocidad ternaria centralizada; lo que, efectivamente, se implementa con los Bonos y Cheques en mano. Este factor objetivo se puede entender de dos maneras, desde las masas, como ya vimos, pero también desde las elites: los gobernadores. Estos tampoco quieren protagonizar; se comportan como delegados presidenciales pasados por el hervor del voto. Los del MAS por serviles; los de la Media Luna porque, lo de las Autonomías, fue sólo un pretexto para oponerse a la Indianidad y apropiarse de la tierra y de los recursos naturales. Nunca han creído en ella. Este ha sido sólo un sueño abstracto de tecnócratas plagiarios.

En tercer lugar, las autonomías también carecen de base material: ningún nivel autonómico tiene la capacidad fiscal de autofinanciar su destino. Autonomías rentistas (que es lo que desean todos) es otro gran anacolutum, amen de supina ingenuidad. Eso no funciona, sobre todo si un centralista agarra el grifo.

Pero, caramba, ¿por qué un centralista debería implementar una descentralización de su poder, máxime si los factores reales de poder no lo quieren? Por si ello no fuera suficiente, he aquí que la Indianidad (para sorpresa de ilusos) no quiere cambios progresistas, en sentido occidental; quiere saborear, sencillamente y, a saber, por mita, del poder q´ara, ahora en sus manos. O sea que ésta es una curiosa revolución sin élan revolucionario. Una revolución conservadora. Una vuelta de tornillo a más de lo mismo, que sabemos no funciona. Pero, ¿quién ha dicho que un animista quiere ir a lado alguno? Perseguir metas es ilusión de monoteístas.

La Indianidad marginada, quiere disfrutar de estar en el centro; subordinada, quiere saborear el Uno; arrodillada y raleada, quiere gozar del rodillo parlamentario; mamada, quiere satuquear ahora. Aunque sea vicariamente. En esas estamos. La sociedad se está devolviendo cortesías. Los t´aras están dando a los q´aras de su propia medicina. ¿No se puede ver este momento como un instante de justicia poética? El equilibrio implica oscilación. A una de cal: gobernador, otra de arena: delegado presidencial. ¿No cachamos la vaina? Estamos, todavía, en el dominio del Uno. Prefiero, sin embargo, esta “revolución” a la francesa, rusa, china, camboyana y cubana.