miércoles, 9 de septiembre de 2009

4. Relatividad, Incertidumbre y Contextualismo

Veíamos cómo el monoteísmo había segregado los conceptos de Objetividad, Razón y Ley, facilitados por la invención de la escritura, que congela y fija el flujo de la voz: de la conversación, en un soporte exterior al que habla: el papel, la pantalla … produciendo la “objetividad”: la condición de posibilidad para separarse de la “naturaleza”. Pues bien, la Indianidad ofrece el modelo contrario: uno basado en el continuo de la naturaleza. No sin razón (desde su relativo punto de vista) la Ilustración, por pluma de J. G. Herder, los llamó Naturvölker, pueblos naturales, para diferenciarlos de los pueblos con historia, Geschichtsvölker, es decir, construidos sobre el solo eje del Tiempo, que reprime el Espacio. Obviamente, esta diferenciación corresponde a una visión pre-einsteiniana, ahora obsoleta y en crisis.

Pues bien, desde el punto al que hemos llegado como civilización occidental: conocimiento: nuevo paradigma científico-técnico y experiencia: calentamiento global, tenemos que reconocer que el ideal de civilización humana a construir es una que se base en el Continuo Espacio-Tiempo. Esto hace interesante a Bolivia, como un caso de estudio para conocer cómo funciona una sociedad en el Continuo de la naturaleza que, además, interactúa con una que funciona en la Separación de la naturaleza. El efecto de extrañeza-fascinación que nos produce la Bolivia indígena proviene de este hecho. El que la minoría occidental no haya logrado construir un Estado Nación, basado en la objetividad, la razón y la ley, se debe a que la otra polaridad hace masa crítica en lo contrario: es relativista, nada en la incertidumbre y colapsa, ora como onda ora como partícula, según los contextos vitales.

Ahora bien, todos sabemos que lo que se llama Postmodernidad menta, justamente, a esta transición de un cosmos objetivo, racional y patriarcal a uno incierto, relativo y contextual. Lo que lo hace solamente post y no algo nuevo, es que, como no podría ser de otro modo, se sigue basando sobre la Separación de la naturaleza. No opera en el Continuo con la naturaleza, como los amerindios. Por ello, es tan sólo un período de deconstrucción; pero insinúa suficientemente por donde van los tiros.

Tal vez, valga la pena sintetizar los rasgos más salientes de esta transición civilizacional, donde se ve cómo se licua, desvanece el Ordo monoteísta patriarcal, basado en la identidad, la no-contradicción y la exclusión del Otro. Algunas características históricas y sociales podrían ser las siguientes: En contraposición con la modernidad, llena de utopías, la postmodernidad es una época en la que se masca el “malestar que produce la propia cultura”, Freud. Se renuncia, pues, a las utopías y, lo que es más significativo, a la idea misma de progreso: visión lineal; sólo las elites tercermundistas creen en el progreso y el desarrollo: el nuevo opio para las clases medias occidentales de la periferia. Se produce un cambio en el orden económico capitalista, pasando de una economía de producción a una economía de consumo que crea desempleo estructural y, por tanto, genera inseguridad e incertidumbre. Desaparecen las grandes figuras carismáticas y surgen infinidad de pequeños ídolos que duran hasta que surge algo más novedoso y atrayente: todo es igual, todo es intercambiable. Por eso irrita una figura como Chavez o fascina una como Obama o irrita y fascina una como Evo. La revalorización de la naturaleza y la defensa del medio ambiente: “el continuo con la naturaleza”, se mezcla con una compulsión exacerbada al consumo; los dos no van. Los medios de masas y el marketing: contextuales por definición, se convierten en centros de poder. Deja de importar el contenido del mensaje (la raíz del fundamentalismo) para revalorizar la forma en que es transmitido. Desaparecen las ideologías: liberalismo, socialismo y van siendo reemplazadas por la imagen: el apogeo de lo multívoco y relativo. Sin embargo, lo que no aparece por un medio de comunicación masiva, simplemente no existe para la sociedad: va desapareciendo lo objetivo. La información se va convirtiendo en entretenimiento. Se pierde la intimidad y la vida de los demás se convierte en un show. Desacralización de la política. Desmitificación de los líderes.

Algunas características sociales y psicológicas podrían ser las siguientes: los individuos sólo quieren vivir el presente; futuro y pasado pierden importancia. Carpe diem, pero sin red social. Se percibe una búsqueda frenética de lo inmediato: del instante, pero sin eternidad. Se nota un proceso de pérdida de la personalidad individual; crece el gregarismo. Pero también parece que la única “revolución” que el individuo está dispuesto a llevar a cabo es la interior. Se rinde culto al cuerpo y a la liberación personal. Pérdida de fe en dios, la razón y la objetividad pero, en contrapartida, se rinde culto a la tecnología y al dinero. El hombre basa su existencia en el relativismo y la pluralidad de opciones. El subjetivismo impregna la mirada de la realidad. Lo que incrementa el caos social. Pérdida de fe en el poder público. Despreocupación ante la injusticia. Desaparición de los idealismos. Pérdida de la ambición personal por autosuperarse. Desaparición de la valoración del esfuerzo. El cristianismo se está esfumando y migrando hacia experiencias de tipo chamánico: Rock, fútbol, deportes en general, que ponen es escena un Tinku de energías. Se nota un gran retorno a lo místico en las elites globales. Y, sobre todo, lo decisivo: la implosión del principio de identidad y no contradicción por el movimiento gay: un varón puede ser mujer y varón al mismo tiempo, y viceversa, marca el fin de la lógica aristotélica y el inicio de la puesta en escena social y política de la lógica cuántica de lo contradictorio.

Pues bien, recién ahora, desde el nuevo paradigma, podemos entender y valorar una civilización energética como la andina, basada en el Continuo biosférico y lo Contradictorio. Para la mutación postmoderna han sido muy importantes la Teoría del Caos, el Principio de incertidumbre de Heisenberg, así como las consecuencias del teorema de Bell, que han producido nuevos referentes que coinciden con los indígenas. Por ejemplo, un Contextualismo: Todo conocimiento inserto dentro de un discurso no puede escapar a la condición de su propia textualidad. Constructivismo: Todos los fenómenos sociales son de naturaleza artificial. Poder/conocimiento: La legitimidad de un cuerpo de saber no depende de su contenido de verdad, sino de las fuerzas institucionales y las matrices disciplinarias que regulan la producción y autorización del saber. Particularismo: La crítica debe contestar a las peticiones universalizantes o totalizadoras de los discursos hegemónicos mediante conceptos que particularicen las situaciones planteadas.

Para los amerindios todo es par, como hemos visto; ello significa que piensa lo que la teoría de la relatividad general llama “covariancia” de Lorentz. Es decir, se postula de entrada dos observadores inerciales; con un solo observador no funciona la realidad. La realidad no es monoteísta. Como el universo es par, yanantin, el otro es absolutamente indispensable para ser. Esa co-existencia crea la relación que relativiza; no puede haber algo así como un absoluto, un uno, sin su pareja: partícula / antipartícula; materia anti-materia. Este hecho explica, que los amerindios acepten todo otro: Dios, el mercado, la tecnología, la república …pero lo relativicen con su opuesto que es lo suyo: digamos a YHWH le contraponen Wira-qocha, al intercambio la reciprocidad, al hardware: la rueda, su tecnología simbólica: el ritual, a la república el ayllu… Esta lógica cuántica es una gran fuente de malentendido entre la dos Bolivia: los monoteístas tienden a creer que si aceptan a YHWH dejan de “creer” en Wira-qocha; si aceptan el dinero, dejan el ayni, etcétera. Ellos aceptan los dos y los hacen jugar dentro de una gramática donde ambas polaridades se relativizan mutuamente en un centro energético, llamado Taypi que corresponde a la columna del centro, Keter, del Árbol sefirótico de la Kabbalah. Esta visión compleja, compuesta por una dimensión tangible (hasta aquí llegamos los monoteístas modernos: materialistas y reduccionistas) e intangible, no material, es lo que hace ruido y crea turbulencia política. Todo depende de la relación. No existe nada fuera de una relación. Los monoteístas, en cambio, se inventaron la “cosa en sí”, la Mónada, lo Absoluto: la no-relacionalidad.

El juego entre las polaridades produce Incertidumbre. Tal vez sea bueno recordar qué entiende por ello la física. El término incertidumbre o indeterminación es la consecuencia efectiva de la descripción dada por De Broglie para un electrón que circula en una órbita de Bohr. En tal descripción resulta imposible especificar exactamente y en forma simultánea, la posición del electrón y el vector de su momento lineal. Esto se debe a que la simetría azimutal del patrón de ondas estacionarias indica que, para un tiempo dado, el electrón puede encontrarse en cualquier punto de la órbita. En conclusión, no se sabe donde está ubicado un electrón. Pues bien, los amerindios ponen en escena socialmente este principio, en la medida que se saben y se constituyen en el continuo de la naturaleza y, por ello mismo, han creado una tecnología para habérselas con la incertidumbre: el ritual. Es decir, la interacción modifica las relaciones. Como muestra el experimento del físico japonés Masuro Emoto, la mente decide que la gota de agua congelada cristalice de una u otra manera. Es lo que los físicos mentan cuando dicen que al medir la velocidad de una partícula, se introduce una distorsión y que siempre se tendrá que hacer concesiones en la precisión con que se mide estas cantidades. El Principio de Indeterminación viene a decir que, en el fondo, la “posición” del electrón es solamente una probabilidad de obtener una cierta medición. Nada más. Todo, como en la metáfora del gato de Schrödinger, está vivo y muerto al mismo tiempo; será lo uno o lo otro, según la medición, es decir, según lo que decida la mente humana. Esta dimensión mental, justamente, quedó fuera del Paradigma newtoniano en la descripción de lo que la modernidad quiso entender por real. La civilización andina pone el acento en lo mental; nosotros en lo material. El malentendido está servido.

En términos muy generales, el contextualismo epistemológico sostiene que el conocimiento es relativo al contexto. Ciertas características del contexto (como las intenciones y presuposiciones de las personas en el contexto de una conversación), moldean los criterios que uno debe satisfacer para que nuestras creencias se consideren como conocimientos. Esto nos lleva a la posibilidad de que diferentes contextos dispongan de estándares epistémicos diferentes y los contextualistas, invariablemente, sostienen que, de hecho, los estándares varían de contexto en contexto. En algunos contextos, los estándares epistémicos son inusualmente altos y es difícil, sino imposible, que nuestras convicciones se consideren verdaderas. Sin embargo, en muchos contextos, los estándares epistémicos son comparativamente bajos y nuestras creencias frecuentemente se consideran verdaderas en tales contextos. Si un aymara escolarizado entra a un contexto cleptocrático, por ejemplo, una administración pública republicana, no se hará demasiados rollos para convertirse en un cleptócrata. El contexto manda.

Repárese, por ejemplo, en las defensas de Felix Patzy al contrabando de Pando: “Es la burguesía aymara”; o a Santos Ramirez: “Hay que nacionalizar la corrupción del Estado colonial”. Dicho con otras palabras: el ama sua, ama qella, ama llulla sólo vale en el ayllu, no en la república cleptocrática nuestra. En nuestra república fallida, vale la corrupción, la chapuza, la improvisación, la arbitrariedad … en fin, todo lo que hemos hecho durante los últimos 200 años.

Franz Fanón, hace casi medio siglo, nos enseñó que el “ex-colonizado” lo único que quiere es imitar y ocupar el lugar del antiguo colonizador, cambiando sólo las palabras, para que las cosas sigan igual. Recomiendo, para no pecar de ingenuos, sus obras; sobre todo: Los condenados de la tierra, FCE, México, 1961 y Piel negra Máscaras blancas, La Habana, 1968.

Las elites nativas “descolonizadoras” no quieren algo nuevo: el Pachakuti, por ejemplo; quieren una revolución democrática y cultural. Es decir, quieren “igualdad de oportunidades” para tener también ellos la ocasión de seguir haciendo lo mismo que los q´aras: corrupción, chapuza, improvisación, arbitrariedad pero, ahora, ellos. En efecto, para los contextualistas indígenas: “Ahora es nuestro turno”: ahora nos toca enriquecernos, sin trabajar.

Por eso, a cada sistema civilizatorio, su propio territorio: Diarquía. Algo nuevo para todos. En realidad, no tenemos otra alternativa.

A continuación me referiré al concepto fundamental, tanto del nuevo paradigma como de la Indianidad: Paridad (que se opone a Monismo y Dualismo) pero lo haré desde el punto de vista lógico: cómo opera.