En la noche del 8 al 9 de diciembre, la Asamblea Constituyente aprobó el nuevo texto constitucional (cf. http://www.constituyente.bo). Si bien la Asamblea Constituyente logró incluir derechos sociales y culturales importantes para las naciones originarias de Bolivia, limitando a la vez el poder de la oligarquía cruceña, no logró crear un espacio de dialogo entre las dos civilizaciones antagónicas de Bolivia. Proponemos, para entender lo que hubiera podido ser una Asamblea Constituyente, un pequeño extracto del análisis realizado por Javier Medina en 2006 (Diarquía. Nuevo Paradigma, diálogo de civilizaciones y Asamblea Constituyente, La Paz: Garza Azul):
Un desafío que tenemos como sociedad es construir conjuntamente nuestra futura Constitución desde el nuevo paradigma científico. Tenemos que ser hombres de nuestro tiempo. Si bien es cierto que el subdesarrollo empieza por un subdesarrollo epistemológico; por esta misma razón, hemos de hacer el máximo esfuerzo por salir de él; para empezar, epistemológicamente. A continuación sugiero algunas de las rupturas más importantes que está produciendo el nuevo paradigma, respecto de rutinas mentales que todos podemos reconocer en nosotros mismos.
De las partes al todo
El viejo paradigma se expresa en la fijación de introducir, quitar o modificar palabras, artículos o capítulos de la Constitución, sin tener en cuenta la totalidad. Nos compramos a ojo cerrado la estructura de la vieja Constitución, tal como está, y la parchamos con enmiendas puntuales. Ya no somos capaces de ver el bosque. Aquí sugiero el primer cambio en nuestra mirada. Y éste es también el primer criterio de la ciencia del nuevo paradigma: el cambio de las partes al todo. En el viejo paradigma se creía que en cualquier sistema complejo, la dinámica del todo podía comprenderse a partir de las propiedades de las partes. En el nuevo paradigma la relación entre las partes y el todo se invierte. Las propiedades de las partes sólo pueden comprenderse a partir de la dinámica del todo. En última instancia (y esto irrita profundamente) lo que nos viene a decir la ciencia actual es que no hay partes; es decir, no hay separación: no hay escisión sujeto/objeto. Aquí está el punto de irritación para los que hemos crecido en una familia monoteísta y hemos sido educados en la “escuela moderna”. Lo que llamamos “parte” es simplemente una configuración en una red inseparable de relaciones. Esto es Animismo químicamente puro. Así nomás es. Este cambio fue dramático en la física de los años veinte, sobre todo para los judíos, como Einstein; pero se la tuvo que bancar.
Ahora bien, hay que decir que el viejo paradigma también reconocía que las cosas estaban interrelacionadas. Pero conceptualmente, primero se tenían las cosas con sus propiedades: el trabajo de las ciencias y, luego, la teología y la filosofía tenían el trabajo de mostrar los mecanismos y fuerzas que los interconectaban y el sentido que producían. Aquí, la separación, es decir, la división del trabajo fue tan bien hecha que terminó fragmentando el saber. En el nuevo paradigma se dice que las cosas mismas no tienen propiedades intrínsecas. Todas las propiedades fluyen de sus relaciones. De modo que la única manera de entender la parte es entender su relación con el todo. Esta percepción es también propia de la ecología que sostiene que un organismo se define por sus relaciones con los demás. En principio eso también pretender mentar la teoría de género pero, en la práctica, entre nosotros, termina retrocediendo a las partes, a lo sectorial. Lo “transversal” no es más que una suerte de hipersectorialización: una esencia que bendice a todas las partes; es una demostración nomás que sin un cambio de paradigma no se puede entender y menos aplicar la teoría de género: se sirve vino nuevo en odres viejos. La cicatriz de esta incapcidad cognitiva es el concepto de “transversdalidaad”.
A modo de ejemplo y como insumo para el debate constitucional sobre los conceptos fundamentales de tierra y Territorio, en la comprensión indígena, veamos la relación entre los seres humanos y la naturaleza, según el nuevo paradigma. En las últimas tres décadas ha surgido una diferenciación muy útil, la diferencia entre “ecología profunda” y “ecología de superficie”. En la ecología de superficie, los seres humanos, monoteistamente, están ubicados por encima o por afuera de la naturaleza y, por supuesto, esta perspectiva corresponde a la de dominación de la naturaleza: el mito del Génesis en todo su esplendor. Se considera, pues, que los valores residen en los seres humanos: antropocentrismo monoteista; a la naturaleza simplemente se le da un valor de uso o valor instrumental, como en la definición boliviana del desarrollo sostenible. Los ecologistas profundos, en cambio, ven a los seres humanos como una parte intrínseca de la naturaleza; como un filamento especial en el tejido de la vida, como, por cierto, desde tiempos inmemoriales lo hace la espiritualidad indígena. La ecología profunda es el Animismo de las elites más ricas y cultas de occidente. Aquí está el nodo que está empezando a unir el Norte con el Sur. Obviamente esta comprensión y definición de Territorio, en una articulación de lenguaje mítico amerindio y lenguaje científico de última generación, debe estar en la nueva Constitución. Ya no va más la definición decimonónica que está en el origen de todos los conflictos actuales por tierras y por recursos naturales: gas, por ejemplo. Hay que cambiar de marco conceptual para resolver ese problema. ¿Seremos capaces de formular la ley de hidrocarburos en la lógica ecológica del siglo XXI?
Esto cuestiona, obviamente, la visión antropocéntrica que Occidente conserva desde Sócrates y Moisés. Ahora bien, lo que los ecólogos profundos y los teóricos de sistemas, como Francisco Varela, dicen es que toda especie tiene características especiales; que no se puede hablar para nada de "superiores" e "inferiores". Varela dice que ni siquiera se puede hablar de más alta complejidad. En un aspecto, obviamente, el organismo humano es muy complejo. En otro aspecto, los insectos son también muy complejos. Así que cada especie tiene sus propias complejidades que dependen del desarrollo de las tecnologías de observación. A ojo de buen cubero, una araña es algo muy simple; desde el microscopio, la visión cambia. La verdad es que la complejidad es infinita hacia lo más grande: la astrofísica, o hacia lo más pequeño: la física subatómica. Si se quiere, he aquí la base “material” del relativismo cultural. Con los conocimientos y mayor información que ahora disponemos es muy difícil defender principios de “naturaleza universal”; uno se siente provinciano y decimonónico. A mayor información, mayor relativización.
Cuando se estudian los ecosistemas se ve que en todo hay relaciones simbióticas; hay un intercambio continuo de materia, energía e información. Lo que uno observa entonces es que el ecosistema se atiende y defiende sólo. Desde el punto de vista científico, esa es la verdadera marca de la vida. Se la llama autoorganización: autopoiesis. Desde el punto de vista de la teoría de sistemas, los sistemas vivos son autoorganizados y esto significa que son autónomos. La autonomía es relativa y crece gradualmente en la medida en que crece la complejidad.
Una de las principales discusiones en el pensamiento ecológico actual, entre la ecología profunda y la superficial, es la que atañe a la relación de los seres humanos con la naturaleza. La ecología superficial ve a los seres humanos –como decíamos- por encima o por fuera de la naturaleza, mientras que la ecología profunda ve a los seres humanos como una hebra, una entre muchas, en el tejido de la vida; al igual que la civilización amerindia. He aquí, por así decir, la base “material” de la tolerancia, de la benevolencia y compasión universal. Constitucionalmente, aquí está el fundamento para hablar no sólo de derechos humanos, sino también de los derechos de la biosfera, de los animales, de los recursos naturales (Sí, genitivos subjetivos). Los indígenas bolivianos deberían hacer alianzas estratégicas con los ecologistas profundos para llevar a las petroleras a los tribunales internacionales de justicia. Ya se que los cipayos locales tienen pesadillas con la forma cómo la indiada está “violando” (X. Nogales) los derechos de las pobres petroleras, las empresa de agua y, pronto, de electricidad.
Una de las características de la nueva teoría de sistemas es que no es representativa. Sostiene que no existe un mundo objetivo ahí afuera, una realidad que, luego, es representada por nuestras teorías científicas. Dice que con la ciencia traemos orden y coherencia a nuestra experiencia. En realidad, Varela y Maturana sugieren que el proceso de conocimiento es un proceso por el cual "ponemos de manifiesto" un mundo en el acto del conocimiento. Este punto es clave, para relativizar los fundamentos científicos de la Democracia representativa que todo el mundo “siente” que no va más: justamente, porque los medios masivos de comunicación filtran puntos de vista que, imperceptible y subliminalmente de momento, van creando un nuevo sentido común. Desde el punto de vista político, la Democracia comunal amerindia lo que hace, justamente, es “poner de manifiesto” el consenso comunal para la toma de decisiones en el acto asambleario; después de ello vuelve a ser virtual; como, por cierto, sus dioses cuánticos: existen en el momento del ritual; después desaparecen en la virtualidad del Alaxpacha o del Mankapacha. En cambio, el dios monoteísta, como las instituciones políticas monoteístas, existen objetivamente sean de utilidad pública o no. Aquí se abre, qué duda cabe, una ruptura que hemos de pensar con detenimiento y mayor información. De momento, en la futura Constitución, deben estar la Democracia representativa y la Democracia comunal, como antagónicas, pero complementarias en los pacha donde sean más eficientes cada una.
Uno de los aspectos claves de la teoría de los sistemas vivos autoorganizados es que el proceso de autoorganización es un proceso mental. Fue el gran aporte de Gregory Bateson para ampliar radicalmente el concepto de mente. Este proceso mental es el proceso de la autoorganización; en otros términos, el proceso mismo de la vida. De modo que en todos los niveles el proceso de la vida es un proceso mental. Ahora bien, cuando se llega al nivel humano, se diría que el proceso mental humano tiene esta propiedad muy especial de autopercepción, de devenir conciencia. Entonces cuando uno va más allá y considera a la humanidad como un todo, ésta se convierte en un sistema vivo con su propio proceso mental. Eso sería la noosfera, de Teilhard de Chardin, el Inconsciente colectivo de Jung o el Jacha Ajayu andino La noosfera como esa conciencia planetaria, el proceso de autoorganización del planeta tierra. La teoría de la autoorganización dice que la creatividad es inherente a la vida. El proceso de autoorganización es un proceso creativo. La creación de lo nuevo es una de las marcas de la vida. Cualquier sistema vivo crea lo nuevo todo el tiempo; va por un camino de creación de lo nuevo que se llama ontogénesis, el camino del desarrollo individual. Luego, las especies recorren la filogénesis, la senda evolutiva, la que nuevamente crea lo nuevo permanentemente. De modo que la creatividad es una parte esencial de la autoorganización. Nuestra futura Constitución no tiene que ser una excepción a esta regla: debe ser un acto de creación colectiva de algo Nuevo. Tenemos los insumos en casa; tenemos que terminar con la manía de plagiar: copiar sin creatividad, las constituciones en las que a sus “minorías indias” les hacen un huequito para que no jodan; al margen de ello, esas constituciones pertenecen nomás al viejo paradigma. Más que ganar; perdemos, tomándolas en cuenta.
De la estructura al proceso
Otro criterio del nuevo paradigma de pensamiento en la ciencia es un cambio de la estructura al proceso. En el viejo paradigma se pensaba que existían estructuras fundamentales y luego fuerzas y mecanismos a través de los cuales estas interactúan, dando surgimiento así a procesos. En el nuevo paradigma toda estructura es vista como la manifestación de un proceso subyacente. Toda la red de relaciones es intrínsecamente dinámica.
En la nueva teoría de los sistemas vivos, los procesos de la vida son considerados esencialmente procesos mentales. De hecho a la mente se la define como un proceso. En esta teoría la relación entre la mente y la materia es como la relación que se da entre proceso y estructura. No hay mente sin materia. Son complementarias. Es más: hay un continuo mente-cuerpo; materia-energía; espacio-tiempo…
El concepto de autoorganización tiene tres aspectos: la pauta de organización, la estructura y el proceso. La pauta de autoorganización es la totalidad de relaciones que definen las características esenciales del sistema vivo. Esta pauta puede describirse de un modo abstracto sin hacer referencia a la energía, las sustancias físicas, los organismos. Es una pauta abstracta de relaciones. La estructura de un sistema viviente es la realización física de esta pauta. La misma pauta puede corporizarse en distintas estructuras biológicas y estas estructuras se describen en el lenguaje de la física y la química.
Los biólogos del viejo paradigma trabajan en el nivel de la estructura y creen que al saber más sobre la estructura, eventualmente llegarán a conocer la vida. Pero nunca sabrán lo que es la vida mientras se limiten a los aspectos estructurales. Sólo cuando tomen en cuenta la pauta, podrán asir realmente los fenómenos de la vida. Luego, la realización continua de la pauta de autoorganización, en una estructura biológica específica, involucra autorenovación del organismo, adaptación al medio, aprendizaje, evolución, etc. Y este proceso de vida, según Bateson, es esencialmente un proceso mental; cognitivo, según Maturana. De aquí proviene el concepto de Comunidad de aprendizaje: todos los seres vivos aprenden al adaptarse al medio; los seres que no aprenden, desaparecen y eso nos está empezando a pasar a los bolivianos: la debacle estatal en curso es la manifestación de que los saberes del viejo paradigma no pueden resolver los desafios del presente. O aprendemos o morimos.
La teoría de la autoorganización dice que no hay meta en el camino de la evolución. Maturana y Varela castellanizan la “deriva” francesa y hablan de una deriva ontogenética y una deriva filogenética. Esta deriva es una respuesta mental continua a las influencias del medio. Creatividad a cada paso. Esta es la razón por la que dos organismos se desarrollarán en distintas direcciones y tendrán personalidades diferentes. Pero no hay plan, no hay plano y no hay dirección. El debate constitucional boliviano va a la deriva; es buena señal. Un signo de muerte es un latente y tímido intento de direccionar el debate por la vieja episteme; digamos, hablar de “Constitución derivada”; “elección sólo a través de la vía individualista”. Lo viejo y lo nuevo luchan en nuestro propio corazón.
Cuando se mira un organismo en un medio, se ve que se desarrolla, se mueve y entonces preguntamos si tiene un objetivo o simplemente está a la deriva. Ahora, si cambiamos de ese nivel a un nivel mayor, vemos que los movimientos de los organismos menores son parte de un diseño de organización del sistema mayor. Por ejemplo, si miramos una sola célula de sangre en nuestras venas y la seguimos, irá a la deriva; no se podría predecir nada. Pero si uno estudia el cuerpo en su totalidad, podríamos decir: me lastimé el dedo y ahora mi sistema inmunológico está reaccionando. Hay una respuesta global a la herida y esta es la razón por la que la célula de sangre va allí. Es evidente que el movimiento y el desarrollo de una parte, es parte del diseño de organización del sistema mayor. Hay que entender la dinámica del todo para comprender las propiedades de las partes
En el caso que nos atinge, este debate sobre la futura Constitución, que podríamos llamar Constituencia, (R.F.Bustillos) es ya parte del proceso de diálogo de civilizaciones y de construir colectivamente un nuevo Pacto de reciprocidad bajo una nueva estatalidad diárquica que no incluya/excluya a nadie sino que Paute relaciones de complementariedad entre dos sistemas antagónicos. Desde ese punto de vista, la Asamblea Constituyente es un hito importante dentro de un proceso, pero no una finalidad en sí misma. De lo que se trata, como en el caso de las orugas, es dejar el capullo que nos impide ser una mariposa, con cuatro alas: dos a cada lado (dos parcialidades cuatripartitas); sin alas: occidente y la indianidad, a ambos lados del taypi estatal, no se puede volar; de otro modo, estamos condenados a arrastrarnos como gusanos, como nos sucede ahora bajo el dominio de constituciones monoculturales que han empedrado el camino hacia nuestra extinción como comunidad política, estatalmente organizada. Ahora bien, el Mundo, por el nuevo paradigma justamente, marcha hacia unas bodas entre Oriente y Occidente; hacia un diálogo de civilizaciones que continua el diálogo científico (occidente: las partes, oriente/indianidad: el todo; occidente: las estructuras; oriente/indianidad: los procesos; occidente: lo objetivo; oriente/indianidad: lo epistémico; occidente: la verdad; oriente/indianidad: descripciones aproximadas: saberes locales; occidente: lo universal; oriente/indianidad: relatividad; occidente: seguridad; oriente/indianidad: incertidumbre, probabilidad; occidente: no contradicción; oriente/indianidad; contradictorio…). En esta megatendencia global se ubica la oportunidad de la Constituyente.
De la ciencia objetiva a la ciencia epistémica
En el viejo paradigma se creía que las descripciones científicas eran objetivas, es decir, independientes del observador humano y del proceso de conocimiento. En el nuevo paradigma se piensa que la epistemología, la comprensión del proceso de conocimiento, tiene que ser incluido explícitamente en la descripción de los fenómenos naturales. En este momento no hay consenso en cuanto a cuál es la epistemología apropiada, pero hay un consenso emergente de que la epistemología va a tener que ser una parte integral de toda teoría científica.
La epistemología apropiada parece ser la llamada constructivista que sostiene que lo que observamos no es un mundo que existe objetivamente y, luego, es representado sino que, más bien, es un mundo que se crea en el proceso del conocimiento. Como dicen Varela y Maturana: "El mundo es dado a luz en el proceso del conocimiento". Hay una realidad, pero no hay cosas, no hay árboles, no hay pájaros. Estas configuraciones son lo que nosotros creamos. Al concentrarnos en determinada configuración y, luego, separarla del resto, se convierte en un objeto. Distinta gente lo hace de modos diferentes y distintas especies lo hacen de diferentes maneras. Lo que vemos depende de cómo miramos. Esta percepción se dio de un modo dramático en la física con Heisenberg, a comienzos del siglo XX y, actualmente, en Bolivia, entre la mirada india y la mirada occidental moderna.
Algo análogo sucede con el test de Rorschach, conocido por muchos; lo aprendimos en el colegio. Recuerden las conocidas manchas de tinta. Uno dirá que ve un velero, otro una mariposa. ¿Cómo puede ser? Es que cada quien recorta las cosas de modo levemente diferente. Por supuesto, está el tema de la interpretación, pero también el recorte es diferente. De modo que la subjetividad, en el proceso de observación, está íntimamente ligada a la relación que existe entre todas las cosas. Si el mundo es una red de relaciones, una telaraña como dicen los indígenas, entonces lo que llamamos un objeto, depende de cómo le dibujamos, cómo lo distinguimos del resto de la red. En este sentido damos a luz un mundo, en base a nuestra experiencia. En la Constituyente tenemos que alumbrar una Carta Magna que exprese nuestra experiencia constituida por dos civilizaciones antagónicas; no tenemos que hacer “legislación comparada” de Constituciones monoculturales idénticas, con variaciones insustanciales: la tentación de nuestros juristas y políticos criollos
En el tránsito del viejo al nuevo paradigma, Einstein dijo que le parecía un milagro que nuestras formas matemáticas abstractas pudieran encajar tan bien en la realidad. Para Maturana eso ya no es raro, porque para él no hay realidad objetiva, sólo hay configuraciones subjetivas de experiencia. Y todo lo que hacemos es comparar diferentes configuraciones de la experiencia del mismo ser humano. He aquí la base cognitiva del relativismo cultural.
Para la teoría de sistemas, la conciencia reflexiva viene con el lenguaje. En la medida que la ciencia va descubriendo la comunicación animal, se empieza a sostener que los animales también poseen lenguajes e, incluso, que ellos también tendrían conciencia. Ojo, estamos rompiendo un tabú taxonómico milenario, por lo menos dentro del monoteismo: el lenguaje separa a los hombres de los animales. Los físicos cuánticos, incluso hablan de “conciencia” refiriéndose al nivel subatómico. Como quiera que fuese (la referencia era un guiño de paso para mostrar qué implica un cambio de paradigma…) en la teoría de sistemas, la percepción es una dimensión de la autoorganización que tiene tres vectores: estructura, desarrollo y proceso. Este proceso mental o cognición, como proceso de autoorganización, es característico de todas las formas de vida; de momento, sabemos que las formas no vivas no lo conocen… Las raíces de la mente vienen de lo profundo del mundo inanimado, pero no se unen hasta que hay una célula. La célula es el organismo vivo más simple que conocemos que tiene estas características mentales.
Maturana dice que la conciencia surge con el lenguaje. El precursor es la comunicación. El define la comunicación no como la transmisión de un mensaje sobre la realidad exterior sino, más bien, como la coordinación del comportamiento a través de la interacción mutua. No es lenguaje aún; es una especie de protolenguaje. El lenguaje surge cuando se tiene comunicación sobre la comunicación.
Ejemplo: me levanto en la mañana y un palomo alascortadas y cojo que ha venido a parar a mi azotea, apenas me siente, se acerca a la puerta de la terraza y empieza a dar vueltas alrededor de una chuita que dispuse al efecto; voy a la alacena, saco maíz y le doy un poco; esto es comunicación. Es una coordinación de comportamientos. Si una mañana no tuviera maíz o quinua y el palomo pudiera decir: “cumpita ¿qué pasa? Hasta he aleteado para llamar tu atención y no aflojas: ¿dónde está la granola?”, eso sería lenguaje. Sería comunicación sobre la comunicación. Ahora el palomo está en casa de mis amigos Jorge y Vivi; ya le han crecido las alas, se le ha sanado la patita y, nada raro, que los mimos de Vivi hasta lo hagan lenguajear sobre el hablar.
Maturana avanza de allí a un análisis del lenguaje. Esta comunicación sobre la comunicación presupone una estructura de etiquetas que Bateson llamó tipos lógicos. Implica autoreferencia. También implica la noción de objetos, conceptos, símbolos, etc. Todo el reino de la autoconciencia y la conciencia surgen a través del lenguaje. La afirmación más radical viene entonces cuando Maturana dice que la conciencia es esencialmente un fenómeno social, porque surge a través del lenguaje que opera en un sistema comunitario. No sólo no podemos entender la conciencia a través de la física y la química: no podemos entenderla siquiera a través de la biología y la psicología si nos limitamos a un solo organismo. La conciencia sólo se entiende dentro de un dominio comunitario. Esta es una evidente debilidad de la ideología individualista. En la naturaleza no hay individuos; hay relaciones: hay red. En el siglo XXI, ésta será una gran vulnerabilidad para el liberalismo…pero, todo a su tiempo. Si para entonces todavía estoy vivo, sacaré mi espada para defender los derechos del individuo; ahora, defiendo los derechos comunitarios; para buscar el equilibrio. Soy taypista y, por tanto, tinkuista.
Ahora bien, en la actualidad la condición de persona se define a través de las relaciones. Pero, ya sabemos que tener relaciones no es algo específicamente humano. Se da en todas las configuraciones, vivas e inanimadas. Lo que es específicamente humano es la capacidad de autopercepción. Esta propiedad tiene sus peligros, también su gloria. Nos ha dado teorías, ciencia... pero también puede ser autodestructiva. Por tanto, hay que vincularla con la responsabilidad.
De la construcción a la red
Digamos de entrada que todo es metáfora y que después de la super poda de la escuela vienesa del lenguaje que nos dejó desnudos, el renacimiento de la metáfora y la mística a partir de las ecuaciones cuánticas es un bálsamo para el espíritu: ya no nos tomamos las palabras al pie de la letra. En realidad, la ciencia siempre ha utilizado metáforas. Así, por ejemplo, habla de “bloques fundamentales” de construcción de la materia o “ladrillos”, ecuaciones “fundamentales”, principios “básicos”. “El conocimiento tiene que construirse sobre cimientos firmes”. De pronto estallan los cambios de paradigma que sacuden los cimientos y todo el mundo se pone nervioso. Ahora nos movemos hacia la metáfora del conocimiento como una red más que como un edificio, una red donde todo está interrelacionado. No hay arriba o abajo; no hay jerarquías; nada es más fundamental que cualquier otra cosa. Este cambio de metáfora del conocimiento como edificio, al conocimiento como red, es el cuarto criterio en el que queremos ejemplificar el cambio de paradigma.
En la comunidad científica este cambio metafórico va dejando muertos y heridos en el campo de batalla académico. No es fácil dejar las amadas palabras que nos amamantaron en el alma mater. Los viejos científicos están tan condicionados por la vieja metáfora, que les es muy dificil cambiar al pensamiento en red. Por ejemplo, la mayoría de los biólogos pensaría que el nivel genético del ADN, el código genético, es realmente el nivel básico que determina todo lo demás. En el nuevo paradigma se dice que éste es un aspecto de los sistemas vivos, pero no que sobre él se construye todo lo demás.
La ciencia del viejo paradigma creía que había una teoría científica última sobre el mundo, un edificio con sólidos cimientos. Las bases eran los “ladrillos fundamentales de la materia”, las “leyes básicas”, las “fuerzas fundamentales” en la naturaleza, las ecuaciones “elementales”. Newton y sus contemporáneos, siguiendo una vieja tradición medieval: san Francisco de Asís, creían que la naturaleza era un Libro y las matemáticas su escritura en el que podemos leer la manera en que dios creó el mundo. Así que lo que uno descubre en la naturaleza es lo que dios pensó, en el sentido de que dios nos revela la verdad. De modo que, según el viejo paradigma newtoniano, dios realmente es el creador del paquete, tanto en la ciencia como en la teología.
Es interesante que en la ciencia contemporánea dios ha salido completamente del cuadro; salió de los textos oficiales, así que no van a encontrar a dios en un texto científico, pero a menudo encontramos a dios como metáfora. Un ejemplo famoso es el de Einstein: "Dios no juega a los dados" que corresponde a la vieja noción de que dios está separado de la creación, que está sentado en alguna parte en el vacío cuántico jugando a los dados y, luego, extiende la mano y se mete en el mundo de acuerdo a lo que haya salido en la tirada. Dios es exterior al mundo: el monoteismo. Lo mismo se nota en la Historia del tiempo de Stephen Hawking. Dios está sentado ahí afuera y tiene varias opciones y Hawking se pregunta qué opción elegirá. Hawking, en una de esas, dice explícitamente "Quiero entender la mente de dios”. Licencia poética que no puedo evitar que me conmueva.
En el viejo paradigma que entendía el conocimiento como un edificio, dios era el arquitecto del edificio. Los elementos fundamentales: los cimientos, los ladrillos, los bloques, son fundamentales porque dios los puso como arquitecto. Nosotros sólo los descubrimos. En el nuevo paradigma todo es importante, aunque en el estado del conocimiento sobre el punto concreto no se sepa cómo explicar algunas interrelaciones del modelo. Las hipótesis son provisionales. En un próximo modelo, más abarcador, más complejo, algunas de esos nodos se podrán explicar mejor. Esto significa que algunas de ellas serán relacionadas con otras, serán puestas en un contexto más amplio, etcétera. Pero mientras hagamos ciencia, algunas sinapsis siempre seguirán sin poder explicarse. La nueva Constitución no tiene que ser perfecta, ni exaustiva, sobre todo si apunta a un modelo federal: cada Parcialidad estadual, sobre los principios y valores consenssuados en la nueva Constitución, hará su propio Estatuto. Basta que marque una inflexión, una bifurcación: diárquica: equilibrio de lo masculino/femenino, de la vía comunitaria y la vía individualista; que la dualidad onda/partícula: Bosón/Fermión permee su estructura y su proceso. Un Estado: dos sistemas. Suficiente. Hemos dado el paso al siglo XXI: habremos dado un salto cuántico.
En cierto sentido, lo que es fundamental depende del científico. No es objetivo. En este pensamiento en red, donde todos los conceptos y teorías están relacionados, muy bien se puede tener una teoría con algunos elementos fundamentales que tienen explicación en otra teoría. Así que lo que es fundamental es una cuestión de estrategia científica. Depende del científico y no es permanente.
La ciencia del viejo paradigma está motivada por el deseo de dominar y controlar la naturaleza. El nuevo paradigma empieza por reconocer, como los indígenas, que el mundo está vivo; que no es un sistema mecánico inerte, sino un sistema orgánico, que tiene inteligencia propia, su propio estado de atención, como dijera Bateson. Por tanto, la exploración de la naturaleza se vuelve un diálogo, una conversación con la pachamama. De modo que la metáfora cambia, de la dominación al diálogo, del control al dejar fluir. Del homo sapiens/demens al homo mayeuticus: el que ayuda a dar a luz a la Madre Tierra.
En la física, uno de los grandes proponentes de este pensamiento en red es Geoffrey Chew con su física del bootstrap. Según Chew, la naturaleza no puede ser reducida a ningún ente fundamental. La realidad física es tomada como una red dinámica de eventos interrelacionados. Las cosas existen en virtud de sus relaciones mutuamente coherentes y toda la física tiene que surgir únicamente del requisito de que sus componentes sean coherentes los unos con los otros. Chew escribió que "alguien que sea capaz de ver diferentes modelos sin prejuicio, sin decir que uno es más fundamental que el otro, es automáticamente un bootstrap”. Cancio Mamani llama a ésto Ayra. En otras palabras, el pensamiento en red lleva a una actitud de tolerancia que es imprescindible para el diálogo de civilizaciones en que nos estamos metiendo a propósito de la Constituyente.
Obviamente, los paralelismos con el pensamiento indígena son asombrosos y estimulantes: el holismo, la integración, la percepción ecológica, la red… En los talleres de la Constituyente sería interesante traducir al aymara los conceptos científicos del nuevo paradigma. Las sorpresas pueden ser muy estimulantes. Agradezco a Mario Torrez que ya me haya hecho aguita la boca con su exégesis del Suma Qamaña.
De la verdad a las descripciones aproximadas
En la ciencia el hecho de que reconozcamos que nuestras afirmaciones son limitadas y aproximadas está ligado al reconocimiento de que nos enfrentamos a una red de relaciones de las que nosotros mismos formamos parte. Pero si todo está conectado con todo lo demás, ¿cómo se puede llegar a explicar algo? La explicación es mostrar cómo las cosas se relacionan entre sí. Si todo está relacionado con todo, no se puede explicar nada. De ahí las frustraciones en los diálogos intercivilizatorios cuando éstos se llevan a cabo en un código logocéntrico, como el que acaba de tener lugar en La Paz a propósito de la noción de Progreso en diferentes culturas, auspiciado por la ministra alemana de Cooperación e implementado por el PIEB. Hay que darse el tiempo para que también se puedan comunicar los sentimientos y las emociones. Tienen que hablar no sólo las mentes descorporeizadas (diez minutos cada intervención) sino, sobre todo, los continuos mente-cuerpo.
Las propiedades de cualquier parte surgen de la manera en que están relacionadas con las propiedades de otras partes. No se puede esperar explicar las propiedades de ninguna parte a menos que se acepten las explicaciones aproximadas. Las explicaciones aproximadas significan que se están tomando en cuenta algunas de las interconexiones pero no todas. Se avanza incluyendo más y más, pero nunca se tendrá el cuadro completo. Por ejemplo, en la mecánica newtoniana, la resistencia del aire generalmente no es tomada en cuenta. En la física de partículas, los efectos de la gravedad generalmente son dejados de lado. Ese es el método científico; vamos de un modelo aproximativo a otro y mejoramos la aproximación.
La ciencia también tiene puntos de apoyo. Pero lo que es importante en la nueva comprensión de la ciencia es que cualquiera de estos puede ser revisado en cualquier momento. No hay ninguna verdad permanente y no hay ninguna verdad absoluta, en el sentido de una identidad entre descripción y cosa descrita. Todo en la nueva ciencia es limitado y aproximado.
Ahora bien, para hacer ciencia se necesita un cierto marco para trabajar dentro de él. Si lo cuestionamos todo el tiempo, no se podría hacer ciencia; de ahí su provisionalidad; pero si no se lo cuestionara nunca, sencillamente no se avanzaría. En términos ideales, uno debería desarrollar una actividad científica dentro de cierto marco, pero tendría que estar dispuesto a cuestionar cualquiera parte de ese marco en cualquier momento.
En la ciencia hay progreso. Avanzamos a teorías cada vez más abarcadoras, más precisas y más poderosas; poderosas en el sentido de su poder de predicción. Esto es muy característico de la ciencia y se puede contrastarlo con el arte. No se puede decir, por ejemplo, que Picasso es un progreso en relación a Rubens. En lo cualitativo no hay progreso. En cualquier caso, en la noción de progreso va implícita la idea que la antigua perspectiva está incluida, junto con algo nuevo. La física newtoniana está incluida en Einstein. Matemáticamente se puede derivar la fisica einsteiniana de la fisica newtoniana, es decir, se puede ver que Newton está incluido en Einstein.
En ciencia está bastante claro que cuando se tienen, digamos, dos cuerpos en movimiento relativo y se los puede describir en términos de la física de Newton y en los términos de la física de Einstein, la física de Einstein es más precisa. Se tendrá una mayor semejanza entre la descripción y el fenómeno descrito. En ese sentido podemos decir que la ciencia ha progresado de Newton a Einstein
Bateson se propuso contar historias y definió una historia como una pauta de relaciones. Lo importante en una historia, lo que tiene de verdadero no es la gente o las cosas o la trama que hay en ella, sino las relaciones entre los actores. Si se sigue una narración, se siguen ciertas relaciones y nunca se tiene todo el contenido porque no se ve la totalidad cuando la seguimos. Al terminar de leer una historia se comprende el sentido y, a veces, incluso eso no es suficiente. En los dramas griegos, por ejemplo la trilogía de Edipo, el mito ni siquiera está narrado en una sola obra. Se necesitan tres obras para ver cómo los actos de una persona están conectados por el karma a través de generaciones; en eso estriba la esencia de la tragedia griega.
La ciencia indígena se caracteriza por su carácter probabilístico y relativista: aproximativo, porque está íntimamente ligada, biosféricamente, a un contexto sobre todo climático de gran turbulencia y, noosfericamente, a un contexo hiperdimensional: los ayllus de las waka, la sallqa…hasta donde se yo. Con la ciencia positivista, como podemos comprender, la comunicación es sencillamente imposible. Por eso, justamente, la relación entre el Ministerio de agricultura, sus Ibtas así como las ONG desarrollistas y los comuneros indígenas no ha podido tener lugar: pertenecen a dos paradigmas científicos distintos: los ingenieros al viejo paradigma, los comunarios al nuevo paradigma. Parece, pues, que esta epistemología de la aproximación; este art de la localité que, para el caso andino, ha mostrado Jan Douwe van der Ploeg, es una oportunidad, una ventaja comparativa que tenemos para el siglo XXI.
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