lunes, 13 de agosto de 2007

El lenguaje de los desfiles

Los monoteístas no estamos acostumbrados a leer lo fluido, el paisaje, el clima, la energía. Nuestro fuerte estriba en congelar la vida e inmovilizarla en la letra escrita, para minimizar la plurivocidad, suscitar la identidad y escribir, luego, sobre el tiempo y la historia: el lugar donde creemos que nos vamos a salvar. El espacio es sólo un soporte para nosotros; recónditamente, es el lugar de la idolatría. Tenemos, empero, que complejizar nuestra mirada, pues el Calentamiento Global es una consecuencia de no haber tenido en cuenta el espacio, como el lugar de la morada y comunicación inter humana. Los animistas, por el contrario, se expresan con todos los sentidos, con sus cuerpos (que, a su vez, se tornan textos por su indumentaria o tatuajes) moviéndose por el espacio y, por tanto, incorporando el tiempo: la duración del desplazamiento. Sus mensajes políticos a los monoteístas, parecieran cifrarse en sus desplazamientos por los espacios públicos republicanos que conducen, conectan y comunican: las carreteras, las calles, las plazas que se convierten en las hojas en las que escriben sus mensajes a través de Perfomances multidimensionales: bloqueos, marchas, desfiles o Instalaciones vivas masivas: huelgas de hambre, crucifixiones públicas. La Palabra de Liminalidad refulge en las carreteras; la Palabra de Oposición en la calles y la Palabra de Unión en los desfiles. Desearía explorar sus sentidos, pues están hablando muy fuerte y nosotros, los letrados, como que no nos queremos dar por enterados. De todos modos, hay también como un “analfabetismo” del lenguaje corporal de los Otros del que padecemos los monoteístas. En este segmento, se ubica esta reflexión. El desfile, desde una mirada más bien occidental Una cosa es caminar, otra marchar, otra desfilar. Desfilar incluye a las anteriores y les añade marcialidad; es el lenguaje de los ejércitos, el lado florido de la guerra, el vértice amable de la victoria, que celebra o anticipa el triunfo. Es un lenguaje de guerra que recuerda que en él hay vencedores y vencidos; que la vida y la muerte se pueden acercar; por tanto, toca lo sagrado. Un desfile entraña sobre todo un aviso disuasorio: preferimos la paz, pero si tu sigues ciego, sordo, cerrado, agresivo, pues tendrás guerra. Es un memorandum. El desfile es el lenguaje de los que saben que tienen la fuerza y el poder. Por eso intimida, pues confronta al Otro directamente, cuerpo a cuerpo, no a través de los media, es decir, a través de una intermediación abstracta. Con razón se sienten “pro-vocados” los comiteístas: han acusado el mensaje; pues, efectivamente, son con-vocados a portarse razonablemente: civilizadamente. Pero, he aquí, que este desfile surge, precisamente, como respuesta a la resistencia al Cambio, liderada por el Comiteísmo cívico católico (cuyo punto focal de identidad es, precisamente, la estatua del Cristo Redentor) (Los qollanas, en el Cabildazo, le contrapusieron el Faro Murillo, donde se asientan los yatiris de la Ceja; tampoco por casualidad). Esta resistencia católica al Cambio se expresa en el cultivo continuo, en dosis homeopáticas, de un clima de hostigamiento mediático que busca, artificialmente, crear turbulencia política en el sistema, para desestabilizar el Régimen democrático. Ellos, pues, el Comiteísmo, son los Otros invisibles de esta puesta en escena energético interactiva. Ellos son los destinatarios directos de su mensaje kinético. El fuerte de los animistas no es la Palabra; son las Perfomances rituales. Este es otro motivo de malentendido entre monoteístas logo-céntricos y animistas praxis-centrados. Por eso, precisamente, había que ir personalmente a Santa Cruz, con sus ponchos y sus flechas, a mostrar físicamente, a poner en evidencia, delicada y hasta lúdicamente, que el Comiteísmo son cien familias y el pueblo cruceño está con ellos; que ambos quieren la “Unidad de Bolivia”, la concordia y la convivencia civilizada. En el Tromplillo, la televisión mostró pueblo; bajo el Cristo Redentor, colegialas y alta costura tropical. Un desfile, además, recuerda que todas las guerras las culmina la infantería; que no hay guerra ganada por la aviación. Ellos son la infantería de este país desde su fundación; son los que hacen el Servicio Militar. Se trata, pues, de que el Comiteísmo tome conciencia de la fuerza real del Otro y se modere. Todo desfile es un aviso. Este desfile fue una segunda respuesta amistosa a la guerra mediática ya desatada por el Comiteísmo cívico católico y que no cesa. ¿Habrá que recordar que la paciencia suele tener un límite? El ver al Prefecto y al Alcalde, después de todo lo dicho, modosos y sonrientes al lado del Presidente de la República, que aplaudía, seguro y fuerte, el desfile de sus ejércitos, mostraba claramente la correlación de fuerzas (de eso se trataba, justamente) y ellos, debieron sentirlo, subjetivamente, como una gran humillación y derrota, aunque, objetivamente, el protocolo diluía todo ello en agua de borrajas; para eso están, precisamente, los ceremoniales de Estado. En esta guerra mediática que el Comiteísmo cívico católico, ha desatado contra Evo y los indígenas: contra los Otros: los animistas, han tenido, nomás, que participar en la escenificación de su propia derrota moral; no les quedaba otra. El haber hecho lo imposible, para que no se diera ese desfile en Santa Cruz, revela extraordinariamente que el Comiteísmo sabía muy bien de qué se trataba simbólicamente. El mensaje mayor, empero, es un conmovedor pedido de Reconocimiento dicho en su lenguaje: mírennos, esto somos; estamos en todas partes, somos la mayoría, venimos en son de paz, pero tenemos poder. A través de Evo estamos en el gobierno; somos aliados de las Fuerzas Armadas. Ya no pueden disponer de ella, como en la época de los Teodovic. Esa época pasó. Sean inteligentes y reconozcámonos por las buenas, amigablemente, que si no va a tener que ser por la fuerza, pues el Pachakuti ha llegado; la tortilla se ha volteado. Ahora es otro tiempo. Los diversos rostros de la violencia latente Estos desfiles, además de una ritualización del conflicto, son un microcosmos en movimiento donde se muestra, como en un escaparate, las violencias latentes de nuestra sociedad. Reconozco dos formas de violencia: la occidental y la amerindia. La occidental está representada por: a) las Fuerzas Armadas, que son los gestores de la violencia legítima del Estado y b) por el Comiteísmo Cívico, que es promotor de una violencia ilegítima e ilegal que busca perpetuar un Estado fallido oligárquico. La novedad es que, ahora, ambas formas de violencia dominante no van juntas. Se ha roto el pacto señorial. Ahora bien, las FFAA mezclan diversas formas de violencia: enfrentamientos de masas encontradas (bloqueos); neutralización de la potencia del Otro para anular su fuerza (Erradicación de coca); aplastar, sencillamente, insurrecciones urbanas. El Comiteísmo Cívico implementa ya la llamada guerra de “Cuarta Generación”, Fourth Generation Warfare. Esta guerra sutil, de la era de la información y las telecomunicaciones, ya no tiene soldados, tiene periodistas y presentadores de tele noticiero; los cuarteles son los canales de televisión y las salas de redacción; no disparan balas, bombardean la opinión pública para influir en su ánimo; es una guerra psicológica y mediática. Utilizan la bandera de la democracia y las libertades para aniquilar la democracia y las libertades. Esta es la guerra continua de baja intensidad del Comiteísmo. Esporádicamente salen de pogromo con sus huestes juveniles en Razzias y Jacqueries contra indígenas indefensos, mujeres vulnerables, niños asustados: toda una demostración de machismo tropical. De vez en cuando filtran a los medios fotografías de Sicarios para darse ánimos y, últimamente, han pasado un spot publicitario a lo ETA / FARC: sin comentario. Cada cual saca el tipo de violencia que tiene en su corazón; esta violencia cainita busca la aniquilación del Otro, pues, monoteístamente, no puede aceptar al Otro como diferente, a no ser que se “modernice”, “castellanice”, cante a capella el Ave María de Zipoli, “progrese”: “se acambe”. Estamos en el dominio simbólico del Uno. La otra forma de violencia es la indígena, que es de naturaleza oriental. Reconozco dos formas: a) El arte de la guerra, de Sun Tzu: cómo vencer al enemigo simplemente imponiendo una moral dominante, infundiendo el miedo para así poder vencer sin llegar a la batalla y b) lo que Ludovico Bertonio llama Auca pura tincusitha, juntarse entre bandos contrarios, para buscar el balance justo a través de la ritualización del conflicto, que es, por cierto, lo que son estos desfiles, que traduzco para mis lectores. Tristan Platt, Entre Ch´axwa y Muxsa, en Tres reflexiones sobre el pensamiento andino, distingue tres conceptos que nos puedan dar una idea de qué lógica subyace a lo que cada vez empezaremos a ver con más frecuencia. La idea básica es que estas puestas en escena se basan en el concepto de Paridad: Alasaya / Majasaya: dos bandos: Animistas / Monoteístas; dos ecositemas: Tierras Altas / Tierras Bajas; dos economías: Reciprocidad / Intercambio ... lo que, políticamente, se llama Diarquía: el Poder de la Paridad (Por eso es que no tiene pies ni cabeza, traducir estas prácticas políticas no-occidentales en la propuesta occidental del Estado Unitario Plurinacional que corresponde al modelo anterior basado en el Uno). El primer modo es el Tinku: el encuentro de dos parcialidades antagónicas (Tierras Altas y Tierras Bajas) para sellar una unidad mayor que sería la Diarquía: el Estado Yanantin. Se lleva a cabo como un juego, pujllay, para ostentar fuerza en búsqueda de un Balace Justo. El arquetipo del Tinku es el coito. No pretende, pues, la aniquilación del Otro, como presienten, desde su lógica occidental, los Comiteístas. Todo lo contrario: los qollanas les quieren hacer el amor, por las buenas o por las malas. El segundo modo es la Ch´axwa de contrarios, una relación de contrariedad antagónica pero complementaria entre vencedores y vencidos. Este modo es para cuando el anterior: el Tinku, que busca una igualdad simétrica, no ha sido suficiente. El tercer modo que piensa la relación entre simetría y contrariedad es Mokhsa. Los significados ofrecidos por Bertonio, además de paz y reconciliación, indican que la violencia física y verbal pueden coexistir con acciones de ternura, suavidad y sazón. Los andinos, en efecto, asocian explícitamente pelea, comida y sexo (como nosotros reprimidos monoteístas, por cierto). No cabe, pues, la idea de aniquilación del Otro, ni de Absorción; desaparecería la Paridad Onda / Partícula. Restablecido el equilibrio, se convive, se coexiste, se complementa. Esto tienen que entender los bolivianos monoteístas. Caín y Abel y la Endlösung no son un arquetipo andino. Cristóbal de Albornoz narra una práctica que el Inka llevaba a cabo con sus vencidos: “Cuando iban los ingas conquistando, dexaban alguna (…) ala de halcón. Desta ala de halcon usa dicha cirimonia, que a los que vencían escogía a uno a quien dexaba en su lugar y le decía: “Hazed desta ala de halcón bivo y tirad della hasta que la saqueis”. Quedó el inga con la una y al que nombrava con la otra, y dezíales: “Mirad como esta ave es la más noble y leal de las aves, ansí lo has tú de ser conmigo, que me fío de ti”. Este es el arquetipo del modo qollana de hacer política. Este arquetipo no se puede vaciar en el formato “Estado Unitario Plurinacional”. El halcón estatal indígena sólo puede volar con dos alas (Diarquía): los monoteístas de Tierras Bajas: “a quien dexaba en su lugar”, a un lado; los animistas de Tierras Altas: “que me fío de ti”, al otro lado del cuerpo estatal. Los bienes públicos (recursos naturales) son de todos y los administra el foedus de la consociatio symbiótica: el cuerpo del halcón, para decirlo con palabras del padre del federalismo occidental: Johannes Althusius y del Inga andino. El desfile desde una mirada más bien andina y cuántica Digamos que la realidad es el efecto cuántico (no hay objetividad; hay Efecto Observador) de la complementariedad de dos energías antagónicas: jampi y layka, bosón y fermión, … que se expresa también simbólicamente a través de dos funciones simbólicas que, con Dominique Temple, llamaré la Palabra de Unión y la Palabra de Oposición que co-existen en el Vacío Cuántico de todo lo que es, desde el nivel subatómico hasta en la Teosfera (L. Boff), pasando por la Noosfera (T. Chardin). Pues bien, los qollana han activado, en los desfiles indígeno/militares, la Palabra de Unión: “Bolivia unida”. Han izado la Tricolor, que une, y han arriado la Wiphala, que desune, pues simboliza su Palabra de Oposición, de diferenciación. La primera unión la han tejido con las FFAA: sus clásicos verdugos. Quieren restregar esta Alianza en los ojos de todos. Ese fue ya el mensaje del desfile de Sucre. Este año, quieren insistir con los que no se quieren dar por enterados. Quieren unirse con ellos, en ese Tercero Incluido que es Bolivia, respetando su diferencia, pues los necesitan no como sus iguales sino como sus opuestos para que haya complementariedad. Aquí hay una fuente de malentendido. Los monoteístas entienden la Unión como absorción del otro, como desaparición del Otro en su Sí-mismo. Los qollanas entienden la Palabra de Unión cuánticamente como unión de fuerzas antagónicas. Ahora bien, la Palabra de Unión pretende dar cuenta de la totalidad del campo de la conciencia, por eso está cargada de afectividad e incluso religiosidad, ch´allas, en la lógica del don: se preguntaban, en la tele, ¿qué nos regalarán (los cruceños en reciprocidad)? Les hicieron el contradon de la hospitalidad. La Palabra de Unión suscita un centro, movil, cuyo símblo es Evo Morales: el Jefe de Estado, en efecto, se convierte en un centro de redistribución general. “Bolivia” es el Tercero Incluido; intangible, que reune la heterogeneidad homogeneizando un nuevo “Nosotros” como justo balance de dos civilizaciones antagónicas. De momento Sun Tzu y Evo: lo oriental, dirigen estos desfiles; las FFAA: lo occidental, están en el Manqhapacha, alertas. Este es el mensaje de estas ritualizaciones del conflicto entre dos civilizaciones, una de las cuales se empeña en no reconocer a la otra, como Otra. Javier Medina

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