sábado, 6 de marzo de 2010

Modelando el debate

Por: Javier Medina

El último número de NC ofrece un buen ejemplo de los modelos mentales del debate. Trataré de condensarlos para afinar el mapa de ruta del mismo.

Al primer modelo lo llamaré José Antonio. Es el más puramente católico, occidental: dogmático, no-contradictorio e idealista. José Antonio lo condensa diáfanamente en la definición de Estado de Derecho de Naciones Unidas que hace suya. La transcribo y comento, telegráficamente, para deconstruirla y relativizar su pretensión de universalidad e intemporalidad. “El concepto de Estado de Derecho (aunque antes de 1492 hubo experiencias estatales en los Andes, el EdD actual es una “franquicia europea”: Javier Roiz; es la espuma de la opción monoteísta) se refiere a un principio de gobierno según el cual todas las personas (este es un concepto católico basado en el concepto de individuo; los amerindios se saben sinapsis en un modelo de red: el ayllu) instituciones (suponen lo estático: Estado; son baterías que acumulan la energía social; los amerindios, ahora, privilegian un modelo dinámico, fluido, caótico: turno; la energía no es para acumularla, sino para disiparla en la generación de valores humanos: ayni) públicas y privadas (los amerindios no conocen esa distinción: todo está interconectado sistémicamente) incluido el propio Estado (una abstracción que los amerindios precisan personalizar: Evo redistribuyendo cheques: Reciprocidad ternaria piramidal) están sometidas a unas leyes que se promulgan públicamente (el referente es Moisés con las Tablas de la Ley; sólo los monoteístas pueden interiorizar una abstracción desgenerizada) se hacen cumplir por igual (este es un concepto ajeno a los amerindios; ellos conocen el concepto de similitud; nadie es igual a nadie; es una ficción jurídica mediterránea) y se aplican con independencia (éste es también un concepto absurdo para un amerindio; nada puede “ser” independiente: todo “es” en la conexión de la web) además de ser compatibles con las normas y los principios internacionales de derechos humanos (para los amerindios el antropocentrismo monoteísta está subsumido dentro de un cosmocentrismo más amplio; el contexto es más importante que el texto: holoarquía) Asimismo, exige que se adopten medidas para garantizar el respeto de los principios de primacía de la Ley (una abstracción, como la ley, es difícil de respetar - salvo por la fuerza-; el respeto amerindio emana de la interacción del dar y recibir) igualdad ante la ley (no precisa comento, sobre todo en Bolivia) rendición de cuentas ante la ley, equidad en la aplicación de la ley, separación de poderes, participación en la adopción de decisiones, legalidad, no arbitrariedad y transparencia procesal y legal” (¡Ay! Ahora nos han empezado a dar de nuestra propia medicina. Reciprocidad negativa simétrica. Hubiéramos hecho bien las cosas antes). El corolario dogmático e idealista del modelo José Antonio estriba en que no importa que los artículos de fe políticos, no hayan podido ser aplicados los últimos 200 años. Son, independientemente de su verificación o falsación empírica. Están fuera del tiempo y la historia. Son trascendentales.

El segundo modelo lo llamaré Carlos Mesa. Estriba en lo siguiente: se agitan las grandes palabras y las grandes narrativas de occidente: universalidad, valores, democracia, estado de derecho, fin de la historia, choque de civilizaciones …pero he aquí que ello (repetido cada semana) desemboca siempre en el corolario siguiente: “Irretroactividad de la ley. No se puede ser juez y parte. No se puede limitar el derecho de apelación y, finalmente, no se puede limitar a nadie, ni al peor de los delincuentes, el debido proceso”. Se trata, como es obvio, de una apologética pro domo sua, que entendemos y comprendemos, pero le quita ese lustre que nos gusta a los intelectuales occidentales: que la argumentación “parezca” neutra, objetiva y brillante.

El otro modelo lo llamaré Gray Molina. Es un modelo básicamente colonial y tecnocrático. Supone que Bolivia es un país occidental, sólo que atrasado. Con buenas políticas públicas, neoclásicas y/o keynesianas, ampliando su base económica y financiamiento bien administrado, algún día dejará de ser subdesarrollado y será plenamente occidental. Por ello, además de paciencia, no hace falta leer a sus portavoces, subdesarrollados también intelectualmente, sino mantener “al día” el estándar académico. Burke, Schmitt, Strauss, Habermas, Taylor, Walzer, Gramsci, Mouffe, Zizek, Kelsen, Hayek, Fukuyama, Moore, Marshall, Thompson, Dahl… son, obviamente, los que mejores insumos pueden proporcionar para forjar, por fin, un “Estado de Derecho” en una sociedad mayoritariamente no occidental, premoderna, animista, no industrial, en camino al capitalismo desde el siglo XVI (Potosí) y al republicanismo desde el XIX. ¿Por qué nos ninguneamos? ¿Demasiada cercanía? ¿Inercias de nuestro sublimado apartheid? Nuestro Simón Yampara ¿no va acaso más allá de las Crónicas y monografías etnográficas? Nuestro HCF Mansilla ¿no añade nada a lo que ya dijera la Escuela de Frankfurt? Nuestro García Linera ¿no aumenta nada a lo que escribiera Gramsci? Nuestro Rafael Bautista ¿no innova sobre lo dicho por Dussel y Hinkelamert?

Y, finalmente, una yapa: el modelo de los miramientos. Si fulanito, digamos Barrios Suvelza, coincide con algún postulado gubernamental, entonces es un oportunista: “¿qué peguita nomás se estará buscando este pendejito?” El contrapunto: la consecuencia. “Yo, desde la universidad, siempre he sido de izquierdas” (o derechas, es igual). Es una variación del primer modelo. Aquí no hay aprendizaje, crecimiento, retroalimentación. Los años y la vida no enseñan nada. De ahí también el horror homofóbico a lo “ambidextro”: lo contradictorio.

Nuestros supuestos actuales, si no los revisamos, llevan directo a un diálogo de sordos y precisamos tanto conversar entre nosotros y crecer juntos intelectualmente. El desafío es, nada menos, dar cuenta de un país contradictorio, sin extirpar nada de lo que nos constituye. Tenemos que decir sí y no a todo: a Occidente y la Indianidad, a la democracia y a la no-democracia. Tenemos que construir un modelo teórico que subsuma lo occidental y lo amerindio en una generalidad mayor. Por ejemplo: democracia = energía Bosón; no-democracia = energía Fermión. Estado de Derecho = Estado T: el Tercero Incluido: el efecto cuántico de la muta complementariedad de d y no-d. Algo así implicaría dar un paso adelante en la politología. El “laboratorio Bolivia” lo pone a mano.

2 comentarios:

Eduardo Gudynas dijo...

Excelente blog; detallados aportes, y con muchas cosas para aprender. Felicitacions. Eduardo Gudynas, CLAES.

RespuestasVeganas.Org dijo...

Hola,

Sólo quería comentar que a mí me parece que occidente es individualista (economía neoliberal, liberalismo político, Derechos Humanos, tolera libertad del individuo, etc) y que oriente es comunitarista (religión, tradición sobre el individuo, falta de libertades, etc), y no como indica el cuadro.

Saludos,
David.